lunes, 16 de agosto de 2010

José Desiderio Dugour

JOSÉ DESIDERIO DUGOUR
Un naufragio afortunado
por
Carlos Gaviño de Franchy
I
    Nancy, según el Dictionnaire Universel D'Histoire ef Géographie de M. Bouillet, fue fundada en el siglo XII, convirtiéndose más tarde en la capital de la Lorena. Carlos el Temerario la tomó en 1475 y, al año siguiente, la perdió pereciendo bajo sus muros, en 1477.
La Nanceium medieval, en el Departamento de la Meurthe, sobre el canal del Marne al Rin, se encuentra a trescientos diecinueve kilómetros de París. Obispado dependiente de Besançon y corte imperial, posee una Academia Universitaria, Facultades de Letras y Ciencias, Escuela Secundaria de Medicina, Escuela de Montes, Instituto y Escuela Especial de Sordomudos.
    La ciudad, dividida en dos villas, la vieja y la nueva, alberga varios edificios de interés arquitectónico y, además, una Sociedad de Ciencias, Letras y Artes, una biblioteca y un museo de pinturas, un jardín botánico y un gabinete de historia natural.
    En cuanto a la vida comercial, son famosos sus bordados y tejidos, tinturas, productos químicos y naipes. Se negocia con vinos, quesos, aceite, cuero, lana y hierro.
    A grandes rasgos esta era, algunos años antes de su muerte en Santa Cruz de Tenerife, la ciudad que vio nacer a José Desiderio Dugour.

II
    Joseph Dugour y Marie-Thérese Mauzand, burgueses ciudadanos de Nancy, tuvieron de su matrimonio a Michel, nacido en el mes de noviembre de 1792. Suponemos que, vinculada su familia a alguna de las actividades comerciales descritas, recibiría una educación aceptable, manifiesta en su espléndida caligrafía. En 1813 casó en su ciudad natal con Isabelle-Thérése Martín, nacida también en Nancy, en julio de 1798 [2].
    Durante su estancia en Nancy procrearon los esposos, además de Joseph, el primogénito, otros dos varones: Paul y Jules.

    En 1827, y por motivos que nos son desconocidos, pero que podrían resultar absolutamente comunes, emprendió viaje la familia rumbo a América.

    Su condición de botánico y la esperanza de vírgenes horizontes debieron influir en la decisión tomada por Michel Dugour; una determinación que, sin embargo, le apartaba de unas comodidades pedagógicas que hubieran sido idóneas para la educación intelectual y práctica de sus hijos.

    Es probable que Michel Dugour —si no existieron otros motivos de fuerza mayor que le hicieran abandonar su patria— tomara en consideración los privilegios escolares de los que había privado a su prole, esforzándose en procurarles una educación sustitutoria que reemplazara en la medida de lo posible las lejanas aulas de institutos y facultades.

    El barco en que viajaba la familia Dugour naufragó en las costas de África, aportando ésta, definitivamente, a la rada de Santa Cruz de Tenerife, el día 29 de noviembre de 1827. Joseph Desirée tenía trece años de edad, mientras que su madre, Isabelle, encinta de un mes, dió a luz en La Laguna, al primero de los Dugour canarios, Pedro Fernando, el 17 de julio de 1828.

    Años más tarde, con motivo del estreno en el Teatro de Santa Cruz de su obra Tenerife en 1492, don José Desiderio repartiría una hoja impresa en la que se leía:

A los habitantes de Santa Cruz de Tenerife; Pobre náufrago arribé a vuestras playas y me tendísteis una mano bienhechora... ¡Nunca, nunca lo olvidaré!
La riqueza y el brillo de vuestro idioma, su admirable estructura, su libre y variada sintaxis, hirieron desde luego mi impresionable corazón: más adelante, fueron mis delicias mis únicas delicias.
Leí con avidez las admirables páginas de vuestra historia, devoré con ansia las obras maestras de vuestros inmortales poetas, y... quise también, a ejemplo de los antiguos mejicanos, colocar mi piedra en el sacro monumento que levantaban en medio de la patria: nadie le daba su nombre, pero todos habían contribuido a edificarlo [3].

    De los hermanos de don José Desiderio, Paul Dugour, el segundo, contrajo matrimonio en Francia con una joven de nombre Geneviéve cuyo apellido ignoramos, y con la que tuvo varios hijos. Murió, a causa del cólera morbo, en Angers, en 1845.

    Jules Dugour, tercero de los hijos, se trasladó a los Estados Unidos de América, perdiendo todo contacto con la familia. No ha dado nunca de sus noticias [...] si es que no ha muerto [4], escribe don José Desiderio.
    El más pequeño, lagunero ya, Pedro Fernando, casó en la Isla de la Madera con Aurora Viejobueno de Olivera, estableciéndose posteriormente en Río de Janeiro donde tuvo tres hijos, de dos de los cuales conocemos sus nombres: Ivo y Ada.

    Los Dugour, luego de una corta estadía en La Laguna, se establecieron en el Puerto de La Orotava.  Sin embargo, José Desiderio vivió desde pequeño en Santa Cruz, a la vista de sus declaraciones en la fe de soltería, instrumento que le fue preciso obtener para contraer matrimonio con doña Peregrina Ruz y Sossa, en la parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción, el día 7 de febrero de 1836, a los veintidós años de edad, ya que según declaración propia había nacido el día 13 de febrero de 1814 [5].
El joven Dugour, con apenas trece años de edad, quedó consignado a quien más tarde fuera su padrino de boda, el próspero comerciante don Francisco Riverol, que debió contribuir a que concluyera su formación, sin exceptuar los estudios mercantiles.

    Los padres de los contrayentes, don Miguel Dugour y don Rafael Ruz y Sossa, expresaron y firmaron su consentimiento al matrimonio, dando cumplimiento a la Real Pragmática de 28 de abril de 1807, relativa a los realizados entre hijos de familia. Les casó el presbítero don Domingo López y actuaron de padrinos el ya citado don Francisco Riverol y doña María Bertini de Venzano [6].

    Don Rafael Ruz y Sossa, padre de doña Peregrina, era oficial de la Contaduría de Canarias [7] y natural de Santa Cruz. Hijo de don José de la Encarnación Ruz [8], residente en esta villa desde 1798 y, casado en su parroquia matriz, con doña Teresa de Sossa y Aguilar, joven santacrucera nacida de los esposos don Francisco de Sossa y Martínez del Castillo y doña Leonarda de Aguilar y Viera [9].

    Don Rafael Ruz y Sossa celebró posterior matrimonio, el día 28 de agosto de 1831, con doña María de la Concepción Pérez y Baute, hija de don Cristóbal Pérez Bethencourt y doña María de la Concepción de Armas.

    El 27 de julio de 1835, ocho años despues de su llegada a la isla, don Miguel Dugour, a propuesta de don Manuel de Ossuna, que acababa de ser nombrado director del Jardín de Aclimatación de La Orotava, fue designado encargado o jardinero del mismo, con sueldo de 182,5 reales de vellón mensuales, además del importe de los productos que de él obtenía, principalmente del cultivo de hortalizas, al cual había destinado no sólo la huerta anexa al jardín, sino también una tira de terreno, todo a lo largo de la mitad oriental del mismo. A propósito de la actividad profesional de Miguel Dugour dice, textualmente, Masferrer y Arquimbau: 
    En los primeros años de este jardinero prosperó algo el establecimiento; pero luego decayó bastante; lo cual tampoco es de extrañar, pues fue tan desatendido por la superioridad, que al jardinero dejaron de abonársele las pagas correspondientes a los años 36 y 37, y luego la del año 43.

    En un inventario formado por Dugour en 31 de diciembre de 1846 consta que había en el recinto a su cargo 176 especies de árboles y plantas, de los que 37 eran antiguos y 139, nuevos. El botánico francés permaneció en su puesto hasta el 15 de agosto de 1860, fecha en que fue sustituido por don Germán Wilpredt [9 bis].

    Don Miguel Dugour falleció en el transcurso de la epidemia de fiebre amarilla que diezmó Santa Cruz de Tenerife, víctima de este mal, el 17 de noviembre de 1862, viudo de doña Isabel Teresa Martín desde 1841, año en el que murió ésta en el Puerto de La Orotava.

    Don José Desiderio Dugour y doña Peregrina Ruz tuvieron de su matrimonio nueve hijos: Julia, Emilia, Marñia de la Concepción, Alfonso, Luis, María de las Mercedes, Isabel, Ramiro y Peregrina [10].

III

    Sebastián Padrón Acosta hace referencia a la actividad pedagógica de don José Desiderio Dugour compartida, según este autor con su contemporáneo el maestro valenciano Don Juan de la Puerta Canseco [11], Lo cierto es que a la vista de nuevas investigaciones hubo otros muchos individuos que compartieron el honor de haber sido pioneros, sin más medios que su buena disposición, en el establecimiento de las escuelas primarias en Santa Cruz de Tenerife [12].

    Don José Desiderio abrió una academia en la que se impartían clases de Francés, Aritmética, Geografía e Historia [l3].

    Es más que probable que Dugour se hubiera formado a sí mismo —considerando los escasos medios de que se disponía en la población- bajo la tutela de su padre, don Miguel Dugour, y del comerciante don Francisco Riverol.

    Si nos atenemos a las asignaturas que se impartían en aquella academia y le suponemos cierto dominio en las materias que son motivo de enseñanza por parte de su propietario, es fácil conjeturar una educación autodidacta, práctica, relacionada con la vida comercial. Don José Desiderio dió clases de un idioma, el francés, que fue el suyo hasta los trece años de edad, que compartió con sus padres y que, desde luego, usó el resto de su vida en el desempeño de la secretaría del consulado de Francia, que ejerció. El hecho de que el íntimo cuaderno de notas del que hemos dispuesto esté escrito en español, nos mueve a pensar en una adopción electiva de este idioma —en el que, por otra parte, están escritas todas sus obras, a diferencia de lo que sucede con las de Sabin Berthelot— o en la prevision de que sus descendientes no hablaran el francés, entorpeciendo la funcionalidad del registro.
    La Aritmética y la Geografía constituyen en la formación mercantil de la época dos potentes auxiliares. No puede concebirse el comercio desde la plataforma insular sin los conocimientos que aporta la segunda. La historia puliría el perfil del hombre de negocios proporcionando ejemplos, evitando la imitación involuntaria de rutinarios errores.

    A los treinta años de edad fue nombrado maestro, tras la dimisión de don Cayetano Fuentes [14] y, al regreso de su estancia en la isla de Lanzarote. El profesor Cioranescu cree que se debe a las gestiones de Dugour la apertura de una escuela gratuita en el antiguo convento franciscano en el año 1846 [15].

    En el estudio biográfico que nos dejara el sacerdote don Sebastián Padrón Acosta se compara a don José Desiderio Dugour con Alberto Lista.
    Así, su pequeño establecimiento escolar sería la Casa de Educación de la calle de San Mateo en Madrid, Y los alumnos: Espronceda, Ventura de la Vega, el conde de Cheste, Diego de León, nuestros próceres coloniales y románticos. Se podría hablar de cierto juego de cristales ópticos en esta afirmación. La disposición del catalejo amplía o minimiza, pero sí parece cierto que se mire por el lado que se mire y por pequeña que pueda resultar nuestra visión insular, el cristal es el mismo. Los discípulos de don José Desidero Dugour pugnaron con sus composiciones en frágiles y circunstanciales academias del mirto y siguieron a su Anfriso, tanto en el deleite artístico como en su aspiración compartida a facilitar conocimientos útiles y positivos [16]. Algunos de ellos dejaron escritas sus opiniones sobre el excelente maestro [17].
IV
    No es nuestro propósito entrar en un estudio crítico de ella. Lamentablemente y en el estado actual de nuestras investigaciones, ni siquiera podemos aportar una bibliografía que la inventaríe de forma exhaustiva. Nos limitamos pues a dar unos pocos títulos, con la certeza de que algunos son desconocidos incluso por quienes citan a Dugour, dada la dificultad manifiesta para consultar su obra.

    Creemos de urgencia un estudio profundo de la figura de este polígrafo que contempló la realidad isleña desde la supuesta imparcialidad de su forasteria pero que, a la postre, adelantó opiniones nacionales en     las que, aún haciendo gala de cierta elegante indulgencia para con el orgulloso pueblo conquistador, se declaró convencido partidario de la actitud pacífica y civilizada de la raza vencida.

    Dice Padrón Acosta:

    Trató Dugour de las materias más diversas: desde asuntos de agricultura hasta cuestiones de poesía. Fue periodista, biógrafo, dramaturgo, historiador, poeta, crítico teatral, ensayista de costumbres y cultivador de la leyenda [18].

    A todo esto habría que añadir que fue además actor, tenor de atemperada voz y activísimo animador en un sinnúmero de eventos culturales llevados a buen fin en su tiempo.
Una hermosa evocación de esta época nos da María Rosa Alonso en su libro En Tenerife, una poetisa. Victorina Bridoux y Mazzini 1835-I862 [19].
    Entre los proyectos de nuestro don José D. Dugour cabe destacar la dirección de El Museo Canario [1867-1868] la más notable de las publicaciones de su género que entre nosotros había existido. No venimos á regenerar, pero venimos á impulsar decía en el prospecto su entusiasta redacción, y lo consiguieron. Su colección está llena de muy buenos artículos históricos, literarios, biográficos, científicos y bellísimas poesías; obra en su mayor parte de hijos de estas islas, maestros unos y aficionados otros a escribir para el público. Contaba además con la colaboración de escritores peninsulares ventajosamente conocidos en la república de las letras. Fue su Director D. José D. Dugour, el laborioso periodista, poeta y autor dramático á quien no podemos olvidar los que de él algo aprendimos; y redactors D. José M. Pulido, D. Alfonso Dugour, D. Rafael Calzadilla y D. Jacinto Aparicio [20].

    Redactor y administrador del semanario La Aurora de Santa Cuz de 1847 a 1848; redactor de El Instructor y recreo de las damas, de 1852 a 1853; de El Teide; y director ocasional del Eco del Comercio en diferentes periodos entre 1852 y 1869, colaboró en El Ramillete de Canarias [1866-1867] junto a su hijo Alfonso.

    Asimismo, participó en la creación, en 1854, de la Sociedad de Aficionados al Arte de la Declamación de la que fue presidente, al tiempo que la dirigía don José Suárez Guerra [21]  —otro paladín de la intelectualidad romántica, boticario, político y extraordinario actor— y la integraban: Ángela Mazzini, Victorina Bridoux de Domínguez, Dolores Suárez Guerra, Emilia Dugour y Ruz, María Domínguez, Eloísa Pérez, José y Juan Lentini, Claudio y Severiano Sarmiento, Savoie, Eugenio Cambreleng, Lecuona, José Calzadilla y Quevedo, Vicente Bonnet, José Chamorro y Olmo y Miguel Miranda [22]. 
    Presidió don José Desiderio otra sociedad dramática —Talía— que había comenzado sus actividades en 1870 y tenía su sede social en la calle de La Luz, hoy de Imeldo Serís [23].

 V

    La obra literaria de Dugour fue publicada en periódicos en los que las más de las veces ejerció como director o redactor. Así es el caso de La Aurora (1847-1848), del que era propietario don Pedro Mariano Ramirez, dueño también de la Imprenta Isleña, a cargo del regente D. Miguel Miranda, en la que se imprimía, y que realizó la mejora de reunir en sus columnas las manifestaciones del genio canario, que antes de él tenemos que buscar en periódicos de bien diversa índole [24]. Su consejo de redacción lo integraban Carlos Esteban Guigou, José Plácido Sansón, Ignacio de Negrín, Manuel Marrero y Torres y el propio Dugour. Es opinión tanto del profesor Cioranescu [25] como de don Francisco Martínez Viera que don José Desiderio era el alma de este semanario de literatura y artes [26].

    En La Aurora se dieron a la estampa algunos de los mejores trabajos literarios de Dugour, cuentos basados en el sustrato de supuestas leyendas canarias: La cuesta de los Habares; Guadarfé, ojo de cuervo; Un drama en Montaña Clara y gran parte de sus estudios biográficos sobre «naturales» de estas islas que destacaron en la lucha defendiendo sus intereses de la presencia brutal de los conquistadores: Tinguaro, el bravo; Doramas, guanarteme de Telde; Tanausú, señor de Eceró; Bencomo el grande, rey de Taoro, inspirados en sus continuas lecturas del Poema de Viana y Tinerfe el grande, publicado en El Ensayo, el 18 de marzo de 1877.

    En el territorio de la biografía, en el que parece desenvolverse tan a gusto don José Desiderio, habría que destacar, aparte los apuntes ya citados, otro trabajo de mayor empeño que interpreta la vida y labor de don Manuel Marrero y Torres, joven poeta y amigo, desaparecido a causa del mal de la época, a los treinta y dos años de edad. Con fecha 6 de febrero de 1855, se insertó en el tomo de Poesías impreso el mismo año de la muerte del poeta, en la Imprenta Isleña a cargo de Manuel Savoie. En este volumen, en el que colaboró con un texto introductorio doña Ángela Mazzini, se incluyeron poemas fúnebres de Sarmiento, Lentini, Bridoux y los propios Mazzini y Dugour, leídos el día del entierro del poeta.

    Don José D. Dugour, que figuraba como administrador y que debió ser el redactor-clave de La Aurora, probablemente el director, abordó en ella asuntos del mayor interés en todos los órdenes y aspectos, dedicando asimismo a las bellas letras parte de su entusiasta labor [27], nos dice don Francisco Martínez Viera, quien llama la atención sobre el hecho de que tres de las personalidades más interesantes de nuestro siglo diecinueve, de origen francés, y canarios de adopción, tomaron parte en aquella aventura periodística: el historiador Sabin Berthelot, y el músico, estrechamente ligado por lazos familiares a Dugour, Charles Etienne Guigou.

    Otros aspectos de la preocupación constante de don José Desiderio por el progreso y el bienestar del país quedan de manifiesto en trabajos dirigidos a excitar las inteligencias locales, de suyo casi siempre aletargadas, en la vía de la enmienda de errores tradicionales y el destierro del analfabetismo de los isleños.

    Dirigió Dugour temporalmente, como ya dijimos, El Eco del Comercio (1852-1869), cometido que continuaron Rafael Calzadilla, José B. Lentini, Ildefonso Llorente y Miguel Villalba Hervás.

    Formó parte, finalmente, de la plantilla de El Teide (1862-1863) bien escrito periódico de intereses materiales, en cuya colección se encuentran notables artículos de ciencias, bellas artes y costumbres, compartiendo la redacción con Gaspar Fernández, Ramón Gil-Roldán, Agustín Guimerá y Nicolás Alfaro [28].

IV

    Tras la inauguración, la noche del domingo 26 de enero de 1851, del nuevo teatro, comienza una etapa de animación inusitada en el coliseo tinerfeño. En él se estrenaría el 31 de octubre la pieza nunca representada en ningún teatro, original del apreciado escritor, vecino de esta capital, don José Dugour, titulada El hombre propone y Dios dispone. Ésta fue la segunda obra de auror local (de autor tinerfeño diríamos mejor, porque lo era de corazón), estrenada en nuestro coliseo, y la tercera también correspondió al inolvidable historiador y poeta, tan vinculado a nuestro país, en el que tales huellas dejó que tenemos el deber de considerarlo como nuestro. Pero este segundo estreno de don José Desiré Dugour, revistió honores de acontecimiento y fue un homenaje del esclarecido escritor a la tierra que consideró como suya.

    El 26 de noviembre, con carácter extraordinario se celebró una función a beneficio del actor don Lutgardo Fernández Gómez y se escenificó el drama en cuatro actos y un prólogo La Reina Faina, completando el espectáculo un juguete en un acto: Agencia matrimonial, del propio Dugour.

    Tenerife en 1492, el drama de Don José Desiré Dugour está basado en la conquista de la isla y es obra bien versificada y su complicado argumento está planeado y desarrollado con gran maestría, evidenciando las excelentes condiciones y el conocimiento que de la técnica teatral poseía el venerado escritor [30].

    Otras obras teatrales de Dugour permanecen aún en un olvido mayor; Un corazón de otros tiempos, drama dedicado a la Sociedad Dramática de Santa Cruz de Tenerife, escrita en 1858; Quien porfía mata callando, comedia de 1865; Rafael de Urbino, drama que lleva la fecha de 1870 y Una noche en Santa María de la Rábida, drama y Poder contra poder, drama presentado en la Sociedad Talía en julio de 1870, que constituyó un éxito del actor y de los actores aficionados los jóvenes: Fernando del Hoyo, Rafael Calzadilla, Alfonso Dugour Ruz, José Eugenio Calzadilla, Juan Rumeu, Nicolás Redecilla, José Tabares Bartlett, Isidoro Romero, Ramiro Dugour y Carlos Lachapelle. Mnez Viera... 
    El hombre propone y Dios dispone, segunda pieza de autor local estrenada en el teatro municipal el 31 de octubre de 1952.
    Un hambriento, obra estrenada en la Joven Democracia, sociedad presidida por don Elías Zerolo, es teatro sin pretensiones […], pregonero de un noble afán, hogareño, sencillo como su autor, pero con aciertos indiscutibles, con destellos geniales, era el fuerte de los aficionados en aquellos años y en muchos después según  Martínez Viera.

VII

    Ya desde su estancia en el Puerto de Arrecife manifestó don José Dugour su interés por la historia y la geografía de las islas. En 1848 y, en La Aurora, publicó una Descripción Geográfica de la Isla de Lanzarote, llena de sugestivas anécdotas. En la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife se encuentra un manuscrito inconcluso e inédito de una Historia de las Islas Canarias, hallado por Padrón Acosta y, probablemente depositado en esta institución, por el presbítero don José Rodríguez Moure o sus herederos.

    Obra póstuma, impresa por iniciativa de sus discípulos y amigos, en 1875, son sus Apuntes para la historia de Santa Cruz de Tenerife, que alcanzó  una segunda edición, estampada el mismo año en la Imprenta J. Benítez y Compañía, calle de San Francisco, núm. 8.

    Quizá sea éste el primer paso para la recuperación de la obra completa de un autor que aún resulta de lo más estimulante, manteniendo, siglo y medio después de ser escrita, indudables signos de actualidad. Si el teatro y la poesía de Dugour son hoy piezas valiosísimas de museo, sus textos de advertencia y recuperación curiosa de ciertos aspectos de la canariedad, nos muestran el enorme interés que, en lo esencial, siguen despertando.

    El inolvidable profesor de instrucción primaria, el laborioso diplomático, falleció a las tres de la tarde del día diez de marzo de 1875, en la casa núm. 13 de la calle de La Marina, a causa de una congestión cerebral [32].

VIII

    Un retrato al óleo de su autor, que quizá se deba a la mano del pintor, también de origen galo, don Cirilo Truilhé, nos muestra la figura de don José Desiderio, sentado ante una mesa en la que se apilan algunos libros, sin haber abandonado su físico aún el aspecto de una tamprana madurez.

    En este óleo se representa, en la lejanía y a través de una ventana, el pico de Tenerife, dominando el Jardín de Aclimatación de La Orotava. Quizás sea ésta la más antigua representacion del interior del este recinto. Don José Desiderio optó por la imagen de la mítica montaña para que le acompañara en el intento de pervivencia que todo retrato supone.

    Otros precedentes de retratos canarios que introducen el paisaje teideano nos ofrece Clementina Calero Ruiz en su estudio “El Teide en la plástica del siglo XIX: Luis de la Cruz y Ríos” publicado por el Cabildo de Gran Canaria en el tomo VII de los Coloquios de Historia Canarias-América, cuando cita el de don Estanislao de Lugo-Viña y Molina, pintado alrededor de 1800 y el del comerciante irlandés don Patricio Murphy y Meade, que lleva fecha de 1807, realizados ambos por el que fuera pintor de Cámara del rey Fernando VIl.


   
Trabajos de Dugour publicados en La Aurora; El Ramillete de Canarias; El Ensayo [no nos ha sido posible consultar una colección completa]; El Museo Canario y La Ilustración de Canarias.

TEMAS DIVERSOS

1. “Educación. Introducción”. La Aurora, 26 de septiembre de 1847.
2. “Educación”. La Aurora, 12 de diciembre de 1847
3. “Educación. Instrucción primaria. Métodos de enseñanza”. La Aurora, 12 de diciembre de 1847.
“Instrucción material del pueblo”. La Aurora. 19 de marzo de 1848.
“Instrucción material del pueblo”. La Aurora. 26 de junio de 1848.
“Tipos canarios. El costero I”. La Aurora, 13 de febrero de 1848.
“Tipos canarios. El costero II”. La Aurora, 20 de febrero de 1848.
“Ensayos de costumbres. El tango”. La Aurora, 12 de septiembre de 1847.
“Ensayos de costumbres. Los compadres”. La Aurora, 29 de febrero de 1848.
“Agricultura. Industria. Historia de la cochinilla de nopal”. La Aurora, 5 de septiembre de 1847.
“Agricultura. Industria. Historia de la cochinilla de nopal. Conclusión. Cultivo del nopal en Méjico”. La Aurora, 12 de septiembre de 1847.
“Literatura. El estilo”. El Ramillete de Canarias, 5 de agosto de 1866.
“Estudios sociales. Un alma de cántaro”. El Museo Canario, 15 de diciembre de 1867.
“Estudios sociales. El hombre feo”. El Museo Canario, 27 de enero de 1868.
“Estudios sociales. Una amiga terrible”. El Museo Canario, 5 de marzo de 1868.
“De la literatura en Canarias”. El Museo Canario, 12 de enero de 1868.
“Estudios históricos. Los mormones”. El Museo Canario, 12 de enero de 1868.
“El burro”. El Museo Canario, 19 de enero de 1868.
“Ciencias. La vida y la alimentación”. El Museo Canario, 19 de enero de 1868.
“Una lágrima”. El Museo Canario, 12 de febrero de 1868.
“Estudios geográficos. Marruecos. Topografía y población”. El Museo Canario, 19 de febrero de 1868.
“Estudios geográficos. Marruecos. Su gobierno y organización”. El Museo Canario, 27 de febrero de 1868.
“Estudios geográficos. Marruecos. Fuerzas militares”. El Museo Canario, 5 de marzo de 1868.
“Estudios geográficos. Marruecos. Estado de la Literatura”. El Museo Canario, 12 de marzo de 1868.
“Estudios geográficos. Marruecos. Agricultura”. El Museo Canario, 19 de marzo de 1868.
“Estudios geograficos. Marruecos. Comercio exterior e interior”. El Museo Canario, 27 de marzo de 1868.
“Literatura indiana”. El Museo Canario, 12 de abril de 1868.
“La pena del Talión”. El Museo Canario, 12 de abril de 1868.
“La pena del Talión. Continuación”. El Museo Canario, 19 de abril de 1868.
“La pena del Talión. Continuación”. El Museo Canario, 29 de abril de 1868.
“La pena del Talión. Conclusión”. El Museo Canario, 5 de mayo de 1868.
“Curiosidades etnográficas. Los lapones”. El Museo Canario, 19 de abril de 1868.
“Las fábulas en acción. La cigarra y la hormiga”. El Museo Canario, 12 de mayo de 1868.
“La artillería moderna”. El Museo Canario, 12 de junio de 1868.
“Fórmulas de saludo”. El Museo Canario, 30 de septiembre de 1868.
“Preguntas y respuestas. ¿A qué siglo pertenece el año 1800?”. El Museo Canario, 15 de octubre de 1868.
“El Gulf stream”. El Museo Canario, 30 de octubre de 1868.
“Preguntas y respuestas. ¿Ha sido Cleopatra picada por un áspid?”. El Museo Canario, 30 de octubre de 1868.

VIAJES

“Viajes. La isla de Lanzarote”. La Aurora, 13 de julio de 1848.
“Viajes. La isla de Lanzarote. Continuación”. La Aurora, 20 de julio de 1848.
“Viajes. La isla de Lanzarote. Yaiza y su jurisdicción”. La Aurora, 27 de julio de 1848.
 “Recuerdos de viajes. La semana de los tres jueves”. El Museo Canario, 7 de octubre de 1868.

BIOGRAFÍAS

“Estudios biográficos. Introducción”. La Aurora, 5 de septembre de 1847
“Estudios biográficos. Bencomo el grande, mencey de Tahoro”. La Aurora, 7 de noviembre de 1847.
“Estudios biográficos. Tanausú, Señor de Eceró. (Palma)”. La Aurora, 10 de octubre de 1847.
“Estudios biográficos. Doramas. Guanarteme de Telde”. La Aurora, 3 de octubre de 1847.
“Estudios biográficos. Tinguaro el bravo”. La Aurora, 12 de septiembre de 1947.
“Don Jose Clavijo y Fajardo”. La Iustración de Canarias, 15 de diciembre de 1882.
“El general Morales”. La Iustración de Canarias, 31 de diciembre de 1882.
“Tinerfe el grande”. La Ilustración de Canarias, 15 de septiembre de 1883.
“Tinerfe el grande”. El Museo Canario, 30 de septiembre de 1868.
“Ruiz de Padrón”. La Ilustración de Canarias. 15 de octubre de 1883.
“Theodoros. Negus de Abisinia”. El Museo Canario, 12 de febrero de 1868.
“Semblanzas contemporáneas. Giuseppe Verdi”. El Museo Canario, 19 de febrero de 1868.
“Estudios biográficos. Mr. Disraeli. Primer ministro de Inglaterra”. El Museo Canario, 5 de abril de 1868.
“Estudios históricos. El marabú Al-Hadjí Omar”. El Museo Canario, 19 de mayo de 1868.
“Estudios históricos. Savonarola I”. El Museo Canario, 19 de agosto de 1868.
“Estudios históricos. Savonarola II”. El Museo Canario, 27 de agosto de 1868.
“Estudios históricos. Savonarola III”. El Museo Canario, 23 de septiembre de 1868.
“Apuntes biográficos. Diógenes”. El Museo Canario, 15 de septiembre de 1868.
“Canarios ilustres. Don Francisco Aguilar y Leal”. El Museo Canario, 23 de octubre de 1868.
“Don Manuel Marrero y Torres”. La Ilustración de Canarias, 15 de marzo de 1884.

CUENTOS
“Las flores. Cuento”. El Museo Canario, 23 de octubre de 1868.


POESÍA
“A una joven poetisa. Consejos”. La Aurora, 14 de noviembre de 1847.
“Tristezas”. La Aurora, 9 de abril de 1848.
“Balada”. La Aurora, 26 de junio de 1848.
“Mi ruego. Soneto”. El Ramillete de Canarias, 5 de febrero de 1866.
“¿….”.  El Ramillete de Canarias, 5 de febrero de 1866.
“A José B. Lentini, arrebatado en la flor de sus años, el 30 de octubre de 1862. Dolora”. El Ramillete de Canarias, 2 de noviembre de 1866.
“A Fernada Siliuto, 1859-1866”. El Ramillete de Canarias, 2 de noviembre de 1866.
“A Victorina Bridux, 1862-1866”. El Ramillete de Canarias, 2 de noviembre de 1866.
“A una joven poetisa que pedía versos al autor”. El Ramillete de Canarias, 5 de noviembre de 1866.
“Mi destino”. El Ramillete de Canarias, 15 de noviembre de 1866.
“El Canto del Esclavo”. El Ramillete de Canarias, 21 de noviembre de 1866.
“Tinieblas. Soledad”. El Ramillete de Canarias, 29 de noviembre de 1866.
“A una llave”. El Ramillete de Canarias, 21 de diciembre de 1866.
“A Creta”. El Ramillete de Canarias, 13 de marzo de 1867.
“A Venecia”. El Ramillete de Canarias, 15 de febrero de 1867.
“La dos rosas”. El Museo Canario, 5 de abril de 1868.
“Al Teide”. El Ramillete de Canarias, 21 de julio de 1866; El Ensayo, 24 de febrero de 1877 y La Iustración de Canarias, 15 de enero de 1883.
“A las Islas Canarias”. El Ramillete de Canarias, 29 de julio de 1866 y El Ensayo, 23 de septiembre de 1877


LEYENDAS CANARIAS

“Guadarfé, ojo de cuervo”. La Aurora, 9 de abril; 16 de abril; 25 de abril; 30 de abril; 14 de mayo; 28 de mayo; 11 de junio y 18 de junio de 1868
“La cuesta de los Habares”. La Aurora, 30 de julio y 6 de agosto de 1848.
“Pedro el gomero. Leyenda canaria”. El Ramillete de Canarias, 29 de septiembre; 5 de octubre; 15 de octubre; 21 de octubre; 2 de noviembre; 5 de noviembre; 15 de noviembre; 21 de noviembre; 29 de noviembre; 5 de diciembre; 13 de diciembre; 21 de diciembre; 29 de diciembre de 1866; 5 de enero; 13 de enero; 21 de enero; 29 de enero; 5 de febrero; 15 de febrero; 21 de febero; 29 de febrero; 13 de marzo; 21 de marzo; 29 de marzo; 13 de abril y 29 de abril de 1867.
“Guajara la loca”. El Ramillete de Canarias, 5 de julio; 13 de julio y 21 de julio de 1866.
“Un drama en Montaña-Clara”. El Museo Canario, 5 de junio; 12 de junio; 19 de junio; 29 de junio; 5 de julio; 12 de julio; 19 de julio; 5 de agosto; 12 de agosto; 19 de agosto; 29 de agosto; 7 de septiembre; 15 de septiembre; 23 de septiembre; 30 de septiembre; 23 de octubre y 30 de octubre de 1868.


NOTAS
[1] Editado por Librairie de L. Hachette et C., París, 1867 (Vigésima ed.).
[2]  Cfr. Cuaderno de curiosidades de José Desiderio Diigour, s.d. [Archivo José Maldonado Calzadilla, bisnieto del autor]. Los concisos datos familiares sobre los primeros Dugour de los que tenemos referencia, sus hijos, vecinos o naturales ya de la isla de Tenerife y sus descendientes, proceden en su mayor parte de un cuadernillo manuscrito por don ]osé Desiderio, en poder hoy de uno de sus bisnietos. Este tipo de registros, de los que conocemos varios ejemplos existentes en otras familias de la burguesía tinerfeña, se limitaban a dar razón, como si de un libro de contabilidad se tratara, del movimiento demográfico doméstico y, en la mayoría de los casos, omiten cualquier aspecto anecdótico, ciñéndose a aquellas circunstancias que pudieran ser susceptibles de facilitar la búsqueda y localizadón de documentos públicos. En el caso de los Dugour, tan vinculados a la villa y puerto de Sanca Cruz de Santiago, el hallazgo de partidas sacramentales y documentos notariales resulta especialmente cómodo, pero piénsese en la utilidad de estos cuadernos cuando las familias se alejan de una misma población, dispersándose en las islas o las colonias americanas.
De él, y a pesar de lo estricto de su redacción, entresacamos sin embargo el tejido enmarañado de enlaces entre miembros de una comunidad con iguales intereses sociales y culturales. Los hijos de Dugour casan con los de sus amigos y colaboradores en sus empresas comerciales o intelectuales, y, cuando esto parece poco, vuelven a casarse entre sí.
[3] Texto tomado de Francisco MARTÍNEZ VIERA: Anales del Teatro en Tenerife. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, 1991. Segunda edición, p. 56.
[4] Vid. nota 2.
[5] Ibídem.
[6] Cfr. Expediente de matrimonio. Parroquia de la Concepción. Santa Cruz de Tenerife,
1838.
[7] Ejercía este cargo en 1831 (cfr. Expediente de matrimonio de don Rafael Ruz y Sossa y doña María de la Concepción Pérez y Baute. Parroquia de la Concepción. Santa Cruz de Tenerife, 28 de agosto de 1831. Véase Partida de Matrimonio, f. 86v, libro 11.
[8] Don José de la Encarnación Ruz, natural de Maracaibo, residente en esta villa desde hace un año, hijo de don Rafael Ruz y doña Remedios Pérez, contrajo matrimonio con doña Teresa de Sossa y Aguilar, en la parroquia matriz de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife, el día 14 de enero de 1799. Cfr. Partida de matrimonio, f. 7, libro 9.
[9] Don Francisco de Sossa, natural de Santa Cruz de Tenerife, hijo de don Francisco de Sossa y de doña Margarita Martínez del Castillo, casó con doña Leonarda de Aguilar, hija de don Bernardo Tomás de Aguilar y de doña María Josefa Viera, en la parroquia matriz de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife, el 10 de abril de 1778 . Cfr. Partida de matrimonio, f. 234, libro 6.
[9 bis] MASFERRER Y ARQUIMBAU, Ramón: El Jardín de Aclimatación de La Orotava. Imprenta Orotava. Villa de Orotava, 1911.
[10] El 28 de noviebre de 1836, a las seis de la tarde vino al mundo en Santa Cruz la que sería la mayor de los hijos de don José Desiderio y doña Peregrina Ruz, Julia Francisca Saturnina. La llevaron a la pila los mismos don Francisco Riverol y doña María Bertini que habían actuado de padrinos en la boda de sus padres.
Julia Dugour y Ruz casó en la Concepción de Santa Cruz, a los veintitrés años de edad, con Carlos Guigou de Castillo, hijo de Charles Etienne Guigou Pujol, nacido en Orange, Francia, en 1802, y de doña Matilde de Castillo Hernández, natural de Santa Cruz, que lo era de don Matias de Castillo Iriarte y dona María Antonia Hernández y Riverol.
Carlos Esteban Guigou se avecindó en Santa Cruz de Tenerife en 1827, al tiempo que u amigo y futuro colaborador José Desiderio, a quien llevaba doce años de edad. Fundador de la Sociedad Filarmónica de Santa Cruz (1827) y su primer presidente. En 1838-40 fue director de orquesta de la ópera, en el Teatro Tacón de La Habana. Regresó a Santa Cruz y falleció el día 8 de noviembre de 1851. La vida y obra de Carlos Esteban Guigou, han sido estudiadas por Armando Alonso, autor de un interesante trabajo publicado recientemente. Julia y Carlos Guigou emigraron a Cuba y partieron hacia La Habana el 8 de mayo de 1859. De este matrimonio nacieron seis hijos, el primero de los cuales murió a los ocho
días, siguiéndole Amelia, nacida en 1861 y fallecida en 1876, Dolores Elena que vino al mundo el 27 de junio de 1863, José Justo, Carlos y Francisco. Emilia Dugour, segundo de los hijos de nuestro biografiado, nació también en Santa Cruz de Tenerife el día 3 de febrero de 1838 y se le bautizó en la parroquia de la Concepción.
Fue su madrina doña Inés de Sossa, tía de su madre.
Casó Emilia Josefa Dugour y Ruz, en la citada parroquia, el dia 22 de julio de 1876 con
José Eugenio Calzadilla y Calzadilla, hijo de don Rafael Calzadilla Martínez de Velasco y de doña María del Carmen Calzadilla y Quevedo y tuvieron tan sólo una hija: María del Carmen Calzadilla Dugour, que vino al mundo en Santa Cruz de Tenerife el 29 de abril de 1877 y casó con su primo hermano don José Maldonado y Dugour, coronel de Artillería y presidente de la Mancomunidad Provincial Interinsular. Emilia Dugour falleció la noche del día 12 de diciembre de 1910.
Fue tercera de los hijos María de la Concepción Isabel Antonia Matea que nació en Santa Cruz el día 20 de septiembre de 1840 y fue apadrinada en el bautismo por su abuelo materno don Rafael Ruz y Sossa. Murió el 17 de enero de 1877 a las tres menos cinco minutos de la tarde después de 17 años de enfermedad. Vid. nota 2.
Quien con el tiempo fuera reputado poeta, Alfonso Fulgencio Dugour y Ruz, vio la luz primera en el puerto del Arrecife de la Isla de Lanzarote, el dia 26 de junio de 1843, a las seis horas y veinte minutos de la mañana. Fue llevado a la pila de la parroquia de San Ginés por su tío político don Fulgencio Llinás, casado con doña Pilar de Sossa. Se habían establecido temporalmente sus padres en aquella isla donde don José Desiderio se encontraba al frente de negocios de cochinilla. Sea como fuere, es más que probable que don José tuviera recuerdos juveniles de aquel puerto, al que seguramente fue trasladada su familia, en 1827, con el resto de los supervivientes, tras el naufragio en las costas africanas.
El día 3 de junio de 1871 contrajo matrimonio en la Concepción de la capital tinerfeña con Kenelma Siliuto y Brigantyt, hija de don José María Siliuto y Ballester, natural de Villafranqueza, en Alicante, y de su segunda esposa doña Ana Briganty. Don José María Siliuto fue autor de un curioso Viaje al Pico de Tenerife y descripción geológica de este monte volcánico, publicado por el presbítero don Camilo Mojón, en la imprenta de don Vicente Bonnet, en 1846, veintidós años después, ya que la ascensión tuvo lugar la madrugada del día 21 de agosto de 1824. Estaba compuesto el grupo por amigos nacidos en varios puntos de Europa.
Kenelma Siliuto fue un personaje singular en la vida artística de la sociedad santacrucera de su época. Dotada de una voz excelente y cuidada, tomó parte en multitud de eventos dramáticos y musicales de nuestro incipiente teatro.
Alfonso Dugour y Ruz hizo compatibles su dedicación a la poesía y el periodismo con los lucrativos hábitos mercantiles de la clase burguesa a la que su familia pertenecía. Así aparece inscrito en las logias masónicas de la isla, con el nombre secreto de Anaga y la profesión de comerciante. Ingresó en la Logia en 1872 y, tras superar los oficios de orador, arquitecto y revisor, fue venerable en 1877-78. Cfr. Manuel A. de PAZ SÁNCHEZ: Historia de la Francmasonería en Canarias 1739-1930. Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria, 1984.)
Murió en Santa Cruz de Tenerife, a los cuarenta y ocho años de edad, el día 4 de julio de 1892, dejando tres hijos: Alfonso, Ana y Archibaldo.
Quinto de los hijos de don José Desiderio fue Luis Miguel Rafael Cipriano, nacido también en Santa Cruz el 15 de septiembre de 1846 reinando en el pueblo la fiebre amarilla, nació a la una de la noche y fue su padrino don Rafael Ruz, hermano de su madre. Luis Dugour empezó a seguir estudios en el Instituto de La Laguna en septiembre de 1859 y fue licenciado en Medicina en la Escuela de Cádiz el 24 de julio de 1872, a los veinticinco años y diez meses de su edad.
Casó en la parroquia matriz de Santa Cruz el día 9 de noviembre de 1873 con María de la Concepción Rodríguez Moure, hermana del historiador don José Rodríguez Moure. Tuvieron cuatro hijos: Marina María del Carmen, Luis Isidro, María y Pilar.
Al igual que su hermano Alfonso, Luis Dugour Fue inscrito en la Logia Teide núm. 43 bajo el apelativo simbólico de Claudus, alcanzando el Grado 33 en 1901.
Falleció el Dr. Don Luis Dugour y Ruz en su ciudad natal el día 16 de mayo de 1913. Vid. nota 2.
María de las Mercedes Leonarda Teresa Dugour nació en Santa Cruz a las cinco de la tarde del día 17 de julio de 1850. Fue bautizada en la Parroquia Matriz el 26 siguiente, llevándola a recibir el sacramento su tía doña Pilar Sossa de Llinás.
Contrajo matrimonio con Rafael Calzadilla Calzadilla, nacido en la Isla de La Palma, licenciado en Derecho, notario del Ilustre Colegio de Santa Cruz de Tenerife y culto periodista.
De este matrimonio nacieron: Rafael Calzadilla y Dugour, alcalde accidental de esta ciudad, casado y, con posteridad, de doña Blanca Izquierdo de la Rosa. Emilio Calzadilla Dugour, licenciado en Derecho y notable jurisconsulto, que falleció en 1916, dejando viuda a doña Blanca Costa e Izquierdo, hija del célebre doctor en Medicina don Diego Costa de Grijalba y María de las Mercedes Calzadilla, mujer de don Ángel de Villa y López Ceballos, teniente coronel de Artillería.
Murió Rafael Calzadilla en Santa Cruz de Tenerife, el 27 de mayo de 1920.
Nació Isabel Dugour y Ruz en la noche del día 9 de septiembre de 1852. Fue padrino de su bautismo el abuelo paterno, don Miguel Dugour. Isabel casó en la iglesia parroquial de la Concepción, el día 11 de febrero de 1876, con Severino Maldonado y Ramas. Tuvieron seis hijos: Manuel José, María Dolores, José Desiderio, Julio, María Dácila y Adela.
Ramiro Domingo Julio Octavio, octavo de los hijos del matrimonio, nació en Santa Cruz el día primero de octubre de 1853, casó con Aurora Iglesias Rosado y falleció en dicha ciudad, como también lo hizo su hermana menor Peregrina, nacida el 16 de abril de 1860 y muerta el 19 de octubre de 1907.
[11] Cfr. Retablo canario del siglo XIX. Edición, notas e índices por Marcos G. Martínez. Aula de Cultura de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1968, p. 112.
[12] Vid. Alejandro CIORANESCU: Historia de Santa Cruz de Tenerife, 1803-1977, t. IV, Caja General de Ahorros. Santa Cruz de Tenerife, 1977, p. 192 y Manuel RODRÍGUEZ MESA et alt: Homenaje a Sabino Berthelot en el centenario de su fallecimiento 1880-1980. Instituto de Esludios Canarios. La Laguna, 1980, pp. 110 y ss.
[13] Alejandro CIORANESCU, op. cit, p. 197.
[14] Ibídem. p. 339.
[15] Ibídem. p. 192.
[16] Cfr. ESPRONCEDA, José de: Poesías liricas y fragmentos épicos. Edición, introducción y notas de Robert MARRAST. Castalia. Cuarta edición. Madrid, 1984, p. 9.
[17] Vid., nota 10.
[18] Ibídem.
[19] Publicado por la Librería Hespérides, Santa Cruz de Tenerife, 1940. Dice así:
El domingo, 16, estrena don José Desiré Dugour su drama Un corazón de otros tiempos. Si nos acercamos al Teatro la noche del 16 de mayo tenemos la evidencia de encontrar muchas damas y caballeros desconocidos, pero tabién la de saludar con una inclinación de cabeza si es galán, con una sonrisa afectuosa sí es una dama, a muchos amigos nuestros y conocidos. En las butacas, en las lunetas y en los palcos, animado tiroteo de miradas; juegos de abanicos, magnificas toaletas e impecables pecheras blancas bajo rostros morenos y barbudos.
Allá dentro entre bastidores, las nerviosas patillas de don José Desiré amenazarían perderse entre los dedos de su dueño preocupado en el último detalle. Eugenio Cambreleng, tan galán siempre, darle el toque final a su corbata y Claudio Sarmiento discutiría en presencia de la señorita Eloísa Pérez un punto del papel que va a presentar con el amigo Savoie, mientras Carlos Miranda se ríe de los dos.
Don Nicolás Power entrarla para avisar que la orquesta estaba a punto y se detendría a saludar a la señora doña Ángela Mazzini, que presurosa, iba hacia un grupo de jóvenes. La etiqueta impide toda prisa y durante el tiempo que doña Ángela saluda al señor Power que ha compuesto ex profeso una pieza musical para esta memorable noche, el grupo de jóvenes da fin a su trabajo; Gumersindo Robayna y Francisco Aguilar fijan la decoración rebelde y recién hecha al paro que Nicolás Alfaro da los últimos brochazos a un portalón de fondo.
La función va a empezar. Don José Desiré y Eugenio Cambreleng aseguran que Viciorina Bridoux está bellísima. Y Victorina Bridoux que ha llegado acompañada de su esposo, sonríe amablemente. Cuando Nicolás Alfaro se asomó discretamente para observar al público, divisó allá en la puerca de salida el perfil delgado y agudo de José Benito Lentiní que habría salido a inspeccionar el maravilloso aspecto de la sala.
[20] Cfr. Elías ZEROLO en Revista de Canarias, núm. 2, 23 de diciembre de 1878, p. 28.
[21] Vid. MORALES MORALES, Alfonso; José Suárez Guerra (1825-1913). Real Academia de Medicina del Distrito. Santa Cruz de Tenerife, Canarias, 1984.
[22] MARTÍNEZ VIERA, Francisco: op. cit. p. 63.
[23] Vid.,  nota núm. 21, p. 94.
[24] Vid., nota núm 19.
[25] Vid.,  nota núm. 11, p. 277.
[26] Vid., MARTÍNEZ VIERA, Francisco: El antiguo Santa Cruz. Crónicas de la Capital de Canarias. Instituto de Estudios Canarios. Santa Cruz de Tenerife, 1968, p. 58.
[27] Ibídem.
[28] Vid., nota núm 19.
[29] MARTÍNEZ VIERA, Francisco: op. cit. p. 55.
[30] Ibídem, p. 56.
[31] Marcos G. MARTÍNEZ (edición, notas e índices) en Sebastián PADRÓN ACOSTA: Retablo Canario del siglo XIX, op. cit., p. 120.
[32] Vid., nota núm 19, p. 117.

sábado, 14 de agosto de 2010

Esmeralda Cervantes

 Galería Canaria de retratos

ESMERALDA CERVANTES
por 
Carlos Gaviño de Franchy







    Clotilde Cerdá y Bosch, célebre instrumentista, compositora ella misma de algunas meritorias piezas para arpa, logró después de innumerables esfuerzos y sacrificios que fuera reconocido su genio, de forma unánime, por las inteligencias más capacitadas de Europa, América y Asia, en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX.
    Acreditó en el mundo artístico el seudónimo Esmeralda Cervantes, con el que fuera denominada, en parte por Víctor Hugo -quien la llamó con el mismo nombre que había imaginado para la heroína de su novela Nuestra Señora de París- y por la reina Isabel II, que añadió a éste el apellido Cervantes, con motivo de haberse dado a conocer al público durante los actos que la colonia hispana establecida en Viena, organizó en el transcurso de la celebración de la Exposición Universal de 1873 -bajo la tutela del embajador de España de Austria, don Eduardo Asquerino- en memoria del escritor [1].
    Esmeralda Cervantes visitó las Islas por vez primera en 1880, cuando contaba diecinueve años de edad, y tocó en tres conciertos celebrados, el 26 y el 29 de julio, en el Teatro de Santa Cruz de Tenerife, auspiciados por la Sociedad Santa Cecilia, y a comienzos del mes de agosto inmediato en Las Palmas de Gran Canaria, organizado este último por la Sociedad Filarmónica, quien la honró con un título de Socio de Mérito [2]. El producto de los beneficios del segundo de estos recitales -que sin duda tuvo lugar por iniciativa de la artista, ya que el anterior había sido anunciado como único- fue entregado por Esmeralda Cervantes a la primera autoridad militar del archipiélago, Valeriano Weyler, con el fin de que se destinara a contribuir a los gastos de fábrica de la plaza que hoy lleva el nombre de este general y que, en aquel momento, se encontraba en obras [3]. El programa incluía obras suyas -El adiós de las golondrinas y Fantasía sobre motivos de la ópera «La sonámbula»- y de otros compositores, entre los que figuraba su maestro Godefroid [4].
    No sabemos en cuantas ocasiones retornó la arpista después de esta fecha, pero la leyenda hace posible que, ya desde entonces, albergara el deseo de permanecer en ellas cuando se produjera el inevitable retiro de su asendereada vida profesional.
  
    Dos años más tarde debió producirse otra estancia, siquiera de paso, entre nosotros, porque figura inscrita en la Logia Tinerfe nº 114, en calidad de hermana honoraria y grado 3º, y en ella permaneció como afiliada, al menos, hasta 1884. Su adscripción en fecha tan temprana a la Orden del Gran Arquitecto, establecida hacía tiempo en Canarias, convierte a Clotilde Cerdá en la primera mujer aceptada como miembro por la francmasonería isleña [5]. Un año antes había ingresado en la logia Lealtad de Barcelona.
    Pero no sólo en esto fue precursora; durante aquella visita inicial «Esmeralda Cervantes», cuyos triunfos por el mundo eran clamorosos y cuyos restos duermen la paz eterna en nuestra ciudad, a la que quiso como a la propia patria, hizo una ascensión al Pico de Teide, acompañada de un grupo de distinguidos jóvenes del país, que la colmaron de agasajos y atenciones [6]. Creemos poder afirmar que estamos ante la primera referencia a una excursión a la cima del volcán por parte de una viajera de nacionalidad española; con anterioridad tan sólo había sido escalado -como no podía ser menos- por intrépidas británicas.

    Ahora que su ilustre nombre se ha desvanecido, y para una gran mayoría de canarios no evoca otra cosa que el rótulo de una placa del callejero de Santa Cruz, convendría recordar quien fue Esmeralda Cervantes.
    Había nacido en Barcelona el 28 de febrero de 1861, y no en 1862, como repite una parte de sus biógrafos. Su padre, Ildefonso Cerdá y Sunyer, oriundo de Vich y miembro de una familia patricia de la comarca, era ingeniero civil desde 1841 y, de forma específica, urbanista. A él se debe el proyecto del ensanche de la Ciudad Condal, aprobado tras una larga serie de controversias el 7 de junio de 1859. Cerdá, cuya trayectoria humana y profesional ha sido últimamente estudiada con rigor, fue además experto en topografía, hidrografía, climatología, higiene y sanidad, y constituye hoy un referente ineludible para los estudiosos de la arquitectura de la centuria décimo novena. De ideas políticas liberales y progresistas, Ildefonso Cerdá ostentó la presidencia de las Diputación de Barcelona y obtuvo un acta de diputado a Cortes [7].
    La madre, Clotilde Bosch Carbonell -hija del banquero Joseph Bosch i Mustich- en cuyas manos no han sido ingratos los pinceles, había sido, al parecer, discípula de un pintor italiano apellidado Camerano o Camerant, del que apenas se guarda memoria, ocupando esta emprendedora mujer, en la actualidad, un modestísimo lugar en los diccionarios biográficos de artistas plásticos españoles.
    Ante la negativa de Ildefonso Cerdá a que Clotilde se dedicara profesionalmente a la actividad artística que había elegido marcharon madre e hija, sin su socorro económico pero con su consentimiento, a Roma, donde malvivieron ambas dependiendo de los trabajos de aquella, y el apoyo de algunos miembros del grupo de pintores españoles allí establecidos, entre los que se encontraban Rosales, Fortuny y Vallés, entre otros.
    Como alumna de Félix Godefroid se estableció, junto a su madre, en París. De esta etapa de su vida escribe Juan Pérez de Guzmán: El talento de la niña fue admirado por todo el París de los talentos escogidos, y entre éstos, por Víctor Hugo, el primer poeta lírico de la Francia contemporánea. Todos animaron a la madre a sacar a Clotilde de su oscuridad de alumna; mas como para salir a la notoriedad del mundo artístico quisieran vencer madre e hija las dificultades de nuestras hidalgas preocupaciones españolas de nombre y apellidos, Víctor Hugo resolvió la mitad del problema…
    Marcharon luego a Viena, como queda dicho, donde Asquerino le proporcionó recomendaciones para los agentes diplomáticos españoles destinados en toda Europa. Según el ya citado Pérez de Guzmán: Cabouli Bajá, embajador de Turquía, le expidió título de arpista de la Embajada Imperial de Turquía en Viena; el emperador Francisco José tuvo ocasión de hacerle el primer regalo en joyas ricas y espléndidas y Strauss y Languenbach se apoderaron de la niña y la llevaron como en triunfo de Viena a Munich y de Munich, durante cuatro meses, por todas las principales ciudades de la confederación alemana. En Munich, Wagner, que la admiró, dijo al rey de Baviera, informándole sobre la capacidad artística de Esmeralda: Ese es el genio [8].
    Inmersa ya la joven virtuosa en un torbellino de admiración y reconocimientos, viajó por Europa y fue atendida por las casas reales de Inglaterra, Würtemberg, Holanda, Grecia y Bélgica, que le obsequiaron, como era costumbre, con soberbias alhajas cuya composición y precio relatan todas las crónicas de la época.
    Pero fue en París donde recibió la protección de dos mujeres sensibles a la música y a las que el destino había colocado en altísimas esferas de la sociedad, cuya influencia resultó determinante en su carrera artística: la reina Isabel de Borbón, exilada en su palacio de Castilla y la condesa del Montijo, madre de la que fuera emperatriz de los franceses, cuyo salón sirvió de catapulta a la joven concertista.
    Más tarde inició su periplo americano y viajó a Filadelfia, en su visita a la Exposición, el emperador del Brasil organizó un concierto en obsequio de Esmeralda, todas las repúblicas del Sur por donde ha pasado le han dispensado el honor de nombrarla ciudadana de honor de los Estados hispano-americanos; los periódicos ilustrados de París, Lisboa, Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Chile, el Perú y Nueva York han publicado su retrato y biografía […] [9]. Ahora Esmeralda se encuentra en Cuba, donde la rica Antilla no le prestará menos admiración. De acuerdo con su ideario filantrópico, de los treinta y seis conciertos que dio en las islas del Caribe, el producto de veintiocho de ellos lo entregó a beneficio de los heridos de guerra.
Dispuesta a emprender una gira por la India británica, fue invitada por sus amigos de Barcelona a colaborar en la fundación de una Academia de Artes y Oficios para la enseñanza de la mujer, que al fin logró abrir sus puertas en 1885, empresa acometida con los recursos propios de la artista y que fracasó dos años más tarde, con un déficit económico considerable. En esta ciudad fundó y dirigió la revista Él Ángel del Hogar, y dio a la estampa una Historia del Arpa en 1887, y en París, un año más tarde, otra publicación periódica que llevaba por título La Estrella Polar.
    Cuando había logrado ya el más rotundo de los éxitos en su carrera se estableció en Constantinopla, con plaza de arpista del Palacio Imperial del sultán, y allí casó con un ciudadano brasileño de origen alemán, Óscar Grossmann, marino de la armada durante la primera gran guerra, al que quizás hubiera conocido durante su estancia en este país, invitada por el emperador Pedro I, quien puso su nombre al puente internacional que une el Brasil con Uruguay [10].
    Pero entre el cúmulo de anécdotas y leyendas que jalonan la existencia extraordinaria de esta excepcional ejecutante que hizo exclamar a Franz Liszt: La prima volta che sento l’arpa, quizá sea la que mejor retrate su carácter caritativo y humanitario aquella que protagonizó, con tan sólo quince años, al lograr que el presidente de la República de México, Porfirio Díaz, dictase el indulto de un reo que se encontraba en capilla, permaneciendo arrodillada ante él, hasta que obtuvo la gracia. Más tarde, el mismo dignatario encargó expresamente para ella, y le hizo llegar como obsequio, un arpa cuya columna remataban el águila y la serpiente que constituyen los símbolos nacionales de aquel país.
    No tenemos constancia de la fecha en que el matrimonio Grossman-Cerdá fijó su residencia en Santa Cruz de Tenerife. Al parecer vivieron primero en el número 25 de la calle de La Rosa, donde Esmeralda Cervantes se ofrecía -en un anuncio de prensa- como profesora de solfeo, piano, canto y arpa. En 1903 dedicó un retrato suyo al periodista don Patricio Estévanez, y en mayo del año siguiente volvió a tocar y formó parte del jurado del concurso de bandas de música celebrado en el Club Tinerfeño, al tiempo que el Diario de Tenerife publicaba entre los meses de septiembre y diciembre una serie de curiosos artículos titulados «Recuerdos de viajes», que llevan su firma. Pero fue en 1918, cuando adquirieron un viejo caserón marcado con el número 1 de la calle de Bernabé Rodríguez, que tenía un anexo con puerta y linde con la del Pilar. Derribado el edificio, construyeron un chalet -u hotelito, según la terminología de la época-, con jardín, huerta y casa para el servicio que ocupaba un matrimonio de isleños oriundos, al parecer, del pueblo de San Miguel, que se ocupaban de las faenas domésticas y del cultivo de la pequeña parcela. Debemos el conocimiento de estas particularidades a un artículo de Hildebrando Padrón Rey, publicado en 1983, en el que el periodista rememora sucesos de su infancia, que había transcurrido en la misma calle y en estrecha vecindad con los habitantes de la nueva vivienda [11].
    Rodeada de viejos recuerdos y nuevos amigos envejeció Esmeralda Cervantes en compañía de su marido y de la de una joven que la llamaba madrina, Virginia Espinosa Álvarez, a la que siempre se consideró en esta ciudad, con o sin fundamento, hija del reo indultado por Porfirio Díaz, no obstante llamarse éste José María Téllez. Inválida tras sufrir una hemiplejia, aún recibía y paseaba en coche de caballos un día a la semana, hasta que otro ataque cerebral acabó con su vida el 12 de abril de 1926.
    Óscar Grossmann encargó para su mujer a la casa G. de Ferrari, en Génova, un espléndido mausoleo de mármol blanco que fue instalado en el cementerio de Santa Lastenia, donde ambos se encuentran sepultados. Sobrevivió el anciano marino a su esposa hasta 1931, año en que falleció el 7 de abril.
    El panteón ahora, falto de reparaciones y cuidado, se deshace. Los actuales empleados de la administración de la necrópolis desconocen, incluso, el nombre real de su propietaria, toda vez que el que figura en el templete es únicamente su seudónimo. La puerta de hierro permanece cerrada y nos ha sido imposible obtener una fotografía del magnífico busto de Clotilde Cerdá, labrado también en mármol ligur, que se encuentra en su interior. Una vez más los responsables de las áreas patrimoniales del archipiélago dan muestras de su capacidad y preparación para ostentar los cargos que disfrutan y que nosotros, lamentablemente, padecemos.
    Incluimos en la «Galería  de Retratos» un grabado y cuatro reproducciones fotográficas que nos revelan el porte de la concertista, en diferentes etapas de su vida. La lámina fue estampada en la cubierta del número cuarenta y cuatro de La Ilustración Española y Americana, correspondiente al año 1876. Se trata de una buena xilografía, obra de Arturo Carretero y Sánchez [Santiago, 1852-Madrid, 1903] que fue realizada el mismo año en que el artista obtuvo una tercera medalla. Alumno de la Escuela de Artes y Oficios y de Bernardo Rico, colaboró con sus dibujos y grabados en casi todas las revistas ilustradas de renombre de la época [12]. La representa muy joven, con tan sólo quince años, pulsando las cuerdas del instrumento que la hizo famosa.
    La primera de las fotografías, de cuerpo entero, fue tomada en el estudio de Joaquín Martí, en el número 4 de la calle del Castillo de Santa Cruz de Tenerife y, aunque no lleva fecha, debe corresponder a la primera estancia de la artista en el archipiélago, en 1880, pues está documentada la ubicación del taller de este profesional cinco años más tarde en el número 54 de la misma calle, que luego se llamó de Alfonso XIII, y entre uno y otro domicilio estuvo abierto en la de la Cruz Verde, 8. Otra de las instantáneas, de busto, realizada en el establecimiento de Maximiliano Lohr, denominado Fotografía Alemana, nos presenta la poco agraciada fisonomía de la intérprete, próxima ya a la madurez, rezumando bondad y simpatía, expresiones de su carácter que tanto atrajeron a un público que le era incondicional [13]. Las otras dos, firmadas y, una de ellas, dedicada a don Patricio Estévanez en 1903, se deben al estudio del fotógrafo catalán L. Sánchez.




NOTAS
[1] MARTÍNEZ VIERA, Francisco: El antiguo Santa Cruz. Instituto de Estudios Canarios. Santa Cruz de Tenerife, 1968, pp. 175-177.
[2] SIEMENS HERNÁNDEZ, Lothar: Historia de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas y de su orquesta y maestros. Sociedad Filarmónica. Unelco. El Museo Canario. Las Palmas de Gran Canaria, 1995, pp. 156-157.
[3] MARTÍNEZ VIERA, Francisco: op. cit.
[4] Programa de mano del Concierto único de Esmeralda Cervantes. Santa Cruz de Tenerife, 1880. Fondo Estévanez. CEDOCAM. La Laguna de Tenerife. Antigua colección de don Patricio Estévanez Murphy.
[5] PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Historia de la francmasonería en Canarias (1739-1936). Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. 1984, p. 805.
[6] MARTÍNEZ VIERA, Francisco: «Viejo noticiario isleño». La Tarde. Santa Cruz de Tenerife, 6 de septiembre de 1957.
[7] PÉREZ DE GUZMÁN, Juan: «Esmeralda Cervantes. Carta a Fernández Bremón». La Ilustración Española y Americana. Número XLIV, noviembre de 1876, pp. 334-338.
RUEDA, Salvador: «Ildefons Cerdá. Personalitat i ideología». Mediambient. Tecnología y Cultura. Número 30. Barcelona, octubre de 2001.
[8] PÉREZ DE GUZMÁN, Juan: op. cit.
[9] PÉREZ DE GUZMÁN, Juan: op. cit.
[10] Esmeralda Cervantes. Enciclopedia Espasa Calpe, pp. 1211-1212.
[11] Padrón Rey, Hildebrando: «Esmeralda Cervantes. Cuando la reina del arpa vivió en Tenerife». El Día. Santa Cruz de Tenerife, 28 de agosto de 1983, p. XI.
[12] CASADO CIMIANO, Pedro: Diccionario biográfico de ilustradores españoles del siglo XIX. Ollero y Ramos. Madrid, 2006, pp. 49-50.
OSSORIO BERNARD, M.: Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX. Madrid, 1975, p. 137.
[13] VEGA, Carmelo: La isla mirada. Tenerife y la fotografía (1839-1939). Centro de Fotografía «Isla de Tenerife». Cabildo de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1995.

martes, 10 de agosto de 2010

Olga y Alicia Navarro

Galería Canaria de Retratos

OLGA Y ALICIA NAVARRO 

Mitos de belleza isleña
por 
Carlos Gaviño de Franchy

LA COLECCIÓN DE FOTOGRAFÍAS

 

    Hace algunos años, a raíz del fallecimiento en Madrid de una anciana profesora, un anticuario, al que había conocido tiempo atrás, me mostró una notable colección de fotografías, la mayor parte de las cuales eran retratos de dos bellísimas mujeres isleñas; Olga y Alicia Navarro.

    Mi amigo -gran conocedor de su oficio, del que disfruta más por dar rienda suelta a sus curiosas excentricidades que como único medio de subsistencia-
adquirió diversos objetos de aquella almoneda y reservó para mí los que ahora poseo, cumpliendo con las condiciones de un acuerdo al que habíamos llegado
y que le obliga, graciosamente, a mostrarme antes que a nadie cualquier documento gráfico relacionado con Canarias que caiga en sus manos.

    En este punto he de manifestar que mi amigo anticuario es, por mitad, paisano, y sabe muy bien qué tipo de vetustos artefactos podrían interesarme y cuáles se ciñen a mi corto presupuestó.

    Primo de la pintora y grabadora Carmen Arozena -cuya vida y obra había yo estudiado y perseguido en el Madrid de los años ochenta- y descendiente de uno                                       de los miembros de la saga de ingenieros y constructores navales establecidos en la isla de La Palma, mi buen amigo José Antonio Arévalo Arozena hace lo posible por devolver al archipiélago, y a su conocimiento, cuanto de interés cultural sale de él con riesgo de perderse para siempre.

    En aquel momento nadie conocía, más allá de nuestras incómodas, liquidas fronteras, a Luis Ojeda Pérez, Adalberto Benítez, Trino Garriga, Sicilia Hermanos o Fotografía Alemana, y muchos menos recordaban quiénes habían sido Olga y Alicia Navarro. Salvo mi amigo Arozena.

    La colección está formada por un centenar de fotografías de las que, como hemos señalado, son excelentes los retratos de Olga y Alicia, pero la componen también revistas, fotos de agencia, instantáneas de grupo y de familia, reclamos publicitarios e, incluso, felicitaciones navideñas. La mayor parte de ellas están relacionadas con la elección de Alicia como miss en las diferentes categorías en que obtuvo este reconocimiento, y podrían fecharse e torno al año 1935, completándose la serie con escenas de su vida familiar, ya casada y con hijos, en el viejo convento de San Diego del Monte en La Laguna y, posteriormente, en la ciudad de La Habana.

    Abundan los retratos de Olga, la mayor de las dos, que a pesar de no haber concursado en ninguno de los certámenes en que lo hizo su hermana, en opinión de muchos era incluso más hermosa que aquélla, y fue su compañera inseparable de viaje y aventura en el corto período de tiempo que duró la celebridad.
Por primera vez se concede a la mujer isleña la más alta representación de la belleza femenina de España. Alicia Navarro no representa sólo la belleza de la mujer tinerfeña, sino también su natural distinción y elegancia, su bondad y su cultura. Las miradas de admiración de toda España confluyen hoy en esta magnífica expresión femenina de nuestra tierra y hacia ella se dirigen los más rendidos homenajes, podía leerse en el periódico La Tarde de Santa Cruz de Tenerife en 1935.

    Pero ¿quiénes eran Olga y Alicia Navarro? Este texto pretende iluminar con cortas pinceladas –utilizando la acepción del término que se empleaba para la acción de colorear las fotografías- la vida azarosa de ambas, reflejada en parte en la citada colección, recogida, con el patrocinio del Cabildo de Tenerife, en una exposición de las que integran el proyecto bianual Fotonoviembre.

    De ambas hermanas, Alicia reúne sin duda los méritos necesarios para ser incluida en ésta Galería de Retratos: creemos poder afirmar, sin temor a equivocarnos, que nunca el rostro de una canaria ha ocupado tantas cubiertas y portadas de revistas y periódicos nacionales y extranjeros.

¿BELLEZA ISLEÑA?

    Por Giovanni Boccaccio supo Europa que entre los canarios había jóvenes imberbes y de hermoso semblante que apenas cubrían sus cuerpos con bragas tejidas de palma, que cantaban dulcemente y bailaban casi a la manera de los franceses. Eran alegres, ágiles y muy amables, más que muchos españoles [1].


    Valentim Fernandes, al describir a las mujeres de la isla de La Palma en los albores del siglo XVI, consideraba que eran "muy hermosas, blancas, de cabellos rubios, y de mejor corazón que los hombres" [2], compartiendo opinión con fray Alonso de Espinosa que, si bien observaba que las gentes de la banda del sur de la de Tenerife tenían la piel de color algo tostada y morena, agora sea por traér este color de generación, agora sea por ser la tierra algo cálida y tostarlos el sol, por andar casi desnudos, como andaban, no deja de reseñar que los de la banda del norte eran blancos, y las mujeres hermosas y rubies y de lindos cabellos [3].

    María Rosa Alonso, en su imprescindible estudio sobre la obra y la vida del bachiller Antonio de Viana, cita este elogio a la belleza femenina como una de las posibles influencias del texto del historiador en los retratos que el joven poeta hizo de tres irreales isleñas; Dácil, Rosalba y Guacimara [4].

    Con estas y otras noticias sobre las excelencias estéticas de la raza canaria se origina y fortalece un mito que llegará a adquirir proporciones desmesuradas en la vehemente literature romántica escrita en el archipiélago, y que será contradicho, antes, durante y después del largo periodo histórico en que imperó este movimiento en las islas, con mayor o menor indulgencia, por otro testigo múltiple, quizás más imparcial: la literatura de viajes.

    Con notables excepciones, cada explorador se creía en la obligación de clasificar y describir la raza canaria, para solaz de ávidos lectores de curiosidades exóticas, con la misma osadía de la que hacían gala al trasladar a la letra, frecuentemente mal traducidos o copiados, fragmentos enteros de narraciones de sus predecesores en la visita, mezclando textos bien intencionados con otros que dejaban de serlo por claros intereses políticos o comerciales, constituyendo gran parte de este género una variante del periodismo de escaso mérito que no supera la consideración de baratijas coloniales.

    Son los viajeros franceses los que dedican mayor atención a la condición femenina y frecuentemente se aventuran en consideraciones morales que no hacen más que contribuir a esbozar sus propios, desagradables retratos. Escribía Fleuriot de Langre, el célebre Fígaro: En cuanto al sexo, sería deseable que se pudiera hablar tan favorablemente de su virtud como de su belleza. En efecto, las mujeres son bastante hermosas, tienen unos ojos y cabellos negros magníficos, son muy blancas, porque no salen sino raramente de sus casas, y tan lozanas que una viuda de veintiséis años, que había tenido cinco o seis partos, fue tomada por varios franceses como una virgen de diecisiete [5]. Y más tarde Jacques Gérard Milbert afirmaría que la mayoría de las mujeres de Santa Cruz están lejos de ser bonitas, pero casi todas se distinguen por una isonomía expresiva, sus cabellos son negros como el ébano; tienen los ojos agradables, las cejas negras y arqueadas y la tez ligeramente aceitunada, color ordinario de los españoles; pero se cometería un error en atribuirlo sólo a la influencia del clima, si es verdad, como aseguran los historiadores contemporáneos, que entre los guanches había muchos rubios y que incluso algunos tenían la cabellera de un color dorado [6].


    El doctor William R. Wilde, con británico buen gusto, afirmaría: Y, decididamente, las mujeres, las más guapas que había visto desde que abandoné Inglaterra [...]. Generalmente, son altas y maravillosamente formadas, poseyendo toda la elegancia española combinada con la atracción personal inglesa [7].

    Como queda dicho, constituye esta amalgama de tradiciones, chismes y evidencias el fundamento sobre el que se construye el arquetipo de belleza de la mujer canaria, sin excluir a las mozas campesinas, cuyo atractivo se vio ponderado por la poesía y la narrativa regionales -recordemos las coplas de Diego Crosa o los cuentos y novelas de Benito Pérez Armas, por citar sólo dos casos-, la mayor parte de ella de factura culta y burguesa.                                                                         

    Ya en el siglo XIX queda constancia escrita de la hermosura sin límites de una canaria, una joven lagunera cuyos encantos fueron celebrados por cuantos tuvieron la fortuna de conocerla, ya fueran     isleños o foráneos. 
    Se llamó Guillermina de Ossuna y Van den Heede [1838-1869], y de ella dijo un militar deportado en esta isla que era el tipo de mujer más hermosa que yo recuerde haber visto en mi vida: de estatura elevada sin exageración; blanca, con todos los atributos de las morenas, es decir, cabellos, ojos, cejas y pestañas negras; nariz de un perfil recto; boca diminuta, cuyos rojos labios ocultan una dentadura magnífica; esbelta, airosa, poco pagada de sí misma, y por consiguiente sin pretensiones de ningún género; hay ocasiones en que me parece que ignora su mérito, tan poco alarde hace de él [8].

    En 1917 la revista Castalia organizó un concurso de belleza en el que obtuvo el primer premio Mercedes Acha, seguida de Conchita Mesa y Matilde Galván, que recibieron el segundo y tercero de los galardones.
    Sus retratos fueron publicados, junto con los de otras aspirantes, en los últimos números del magnífico semanario que dejaba claro, en un epígrafe bajo su título, que se ocupaba de la literatura, el arte y la vida insular.                                                   

    La belleza de las canarias tomó cuerpo real y quedó patenté en la figura de Alicia Navarro, y el arquetipo se consolidó definitivamente cuando fue reconocida como la mujer más guapa de las islas, de España y de Europa, en 1935.



OLGA Y ALICIA NAVARRO

    Olga y Alicia Navarro eran, el año anterior al que diera comienzo la Guerra Civil Española, dos niñas de la mediana burguesía santacrucera. La mayor, Olga, había nacido el día 2 de julio de 1913, y su hermana Alicia el 5 del mismo mes, dos años más tarde. Ambas vieron la luz por vez primera en el número 6 de la calle de José Murphy de Santa Cruz de Tenerife, en la parte trasera del antiguo convento de San Pedro de Alcántara, lugar en el que se encontraban por aquellas fechas las dependencias de la Prisión Provincial [9].

    Su padre, don Agustín Navarro Adrián, natural de Tarazona en la provincia de Zaragoza, ejercía las funciones de administrador de aquel centro penitenciario, y su madre, doña Victorina Cambronero Arribas, nacida en el Puerto de Santa María de Cádiz -que sin duda contribuyó decididamente en la transmisión de unos genes que configuraron a dos de los más depurados ejemplares del género humano- era hija de otro funcionario, don Modesto Sánchez-Cambronero y García-Camarenas, subdirector del cuerpo de prisiones, director que había sido del correccional tinerfeño,

    Pronto quedaron huérfanas de madre. Doña Victorina falleció en la casa número 22 de la calle de Méndez Núñez el 4 de julio de 193010, a los treinta y cinco años de edad, y sus hijas pasaron al cuidado de la abuela materna, doña Jacoba de Arribas y Sánchez, y de una tía carnal, doña Araceli Cambronero, que fue acompañante y carabina de Alicia en los comienzos de su insospechada popularidad. La familia regentaba en aquella época una casa de huéspedes sita en el expresado domicilio.

    Con estos datos podemos concluir que las hermanas Navarro carecían de una sola gota de sangre isleña.
Eran canarias por naturaleza, que es la manera legal de serlo, pero también por amor a la tierra demostrado a lo largo de sus vidas y de la de algunos de sus parientes. Su tío abuelo, el farmacéutico don Cipriano de Arribas y Sánchez [Ávila, 1844-Los Realejos, 1921], dejó impresa una curiosa crónica titulada A través de las islas Canarias [11], escrita en colaboración con su mujer y publicada en 1900. El epitafio de esta señora, en su tumba del cementerio del Realejo Bajo, reza: Recuerdo de su esposo a la historiadora de las Islas Canarias doña Hilaria de Abía y Alonso, 8 de agosto de 1895.

    Olga y Alicia jamás cortaron los lazos de cariño que les vincularon desde siempre a unas islas en las que ya no les quedaban familiares, pero sí muchos y buenos amigos.
    Cuando Olga Navarro falleció en Madrid, y sus pertenencias fueron vendidas por sus herederos, se hizo factible comprobar hasta qué punto seguía viviendo entre nosotros. Libros, postales, fotografías, folletos, impresos y anotaciones de trabajo de su tío Cipriano, todo un conjunto relativo al archipiélago daba forma al pequeño mundo isleño que había creado en su domicilio de la calle de Recoletos número 18 y en el que habitaba su soledad.



    Ambas hermanas diferían en aspecto y carácter. Olga era una belleza de cabello rubio que escapó a las presiones y tabúes del momento y, en contra de lo previsto dadas sus circunstancias ambientales, pudo desarrollar adecuadamente su capacidad intelectual. Estudió el bachillerato en el Instituto de Canarias, se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de San Fernando de La Laguna y fue más tarde profesora de Literatura.
    Conoció y trató a María Rosa Alonso, que fue su amiga en Madrid, pero también a George Bernard Shaw, a Giménez Caballero y a otros escritores y artistas de su entorno que alabaron, unánimemente, su belleza física y espiritual. Casó, en Dusseldorf, con el ciudadano alemán Eric Albrecht Braud y falleció en Madrid, el 10 de mayo de1995 [12].

    Alicia, por el contrario, llevaba el pelo negro y sus aspiraciones eran otras. En una entrevista que concedió, tras su elección, al periodista Luis Álvarez Cruz, dejó claro que era una mujer de gustos sencillos, que cree en el hogar y en la felicidad del matrimonio. Le gustaba la natación, leer versos y caminar. En aquellos momentos era novia de Alfonso Santaella, joven perteneciente a una acaudalada familia de Santa Cruz.

    La crónica de sus éxitos y andanzas ha sido escrita por Gilberto Alemán, y remitimos a los interesados a su libro Alicia Navarro, publicado por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y Ediciones Idea en 1997.

     Casó Alicia Navarro con el prestigioso abogado don Manuel Felipe Camacho, nacido en la isla de La Palma pero naturalizado cubano -ciudadanía que Alicia ostentó, por su matrimonio, hasta que renunció a ella, recuperando la española, en la Embajada de España en París en 1966-, con el que tuvo dos hijos: Alicia y Manuel Felipe Navarro.

    Vivieron en La Laguna, como queda dicho, en el Viejo convento de San Diego del Monte, y, luego, en La Habana.

    Disuelto el matrimonio y tras una estancia de algunos años en Madrid, Alicia Navarro se estableció en París, donde conoció a su segundo marido, el anticuario de origen helénico Thales Papadopoulos, con el que contrajo matrimonio en segundas nupcias el 6 de julio de 1973. Por una de esas casualidades que la vida nos ofrece constantemente y que hicieron exclamar a Úrsula Iguarán -el personaje de Cien años de soledad- todo gira, Thales resultó ser hermano de la representante de Grecia en el certamen de Miss Europa al que había concurrido Alicia.

    Pasaron temporadas en Tenerife y Alicia colaboró con la prensa local enviando desde la capital de Francia noticias de sociedad y avances de moda.

    Murió Alicia Navarro en su domicilio de la calle François Premier de París, al mes de haber fallecido su hermana Olga, el 22 de junio de1995 [13].




Notas

[1] BOCCACCIO, Giovanni: De Canaria y de las otras islas nuevamente halladas en el océano allende España (1341). Traducción de José A. Delgado Luis. La Laguna: J.A.D.L., 1998.

[2] Fernandes, Valentim: Manuscrito (1506-1507). Traducción de José A. Delgado Luis. La Laguna.  J. A. D. L., 1998.

[3] ESPINOSA, fray Alonso de: Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Introducción de Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones.  Santa Cruz de Tenerife, 1980.

[4] ALONSO, María Rosa: El poema de Viana: estudio histórico-literario de un poema épico del siglo XVII. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1952.

[5] FLERIOT DE LANGRE, Jean M.: Viajede Fígaro a la isla de Tenerife. Traducción de José A. Delgado Luis. J.A.D.L. La Laguna, 1998.

[6] MILBERT, Jacques Gérard: Viaje pintoresco a la isla de Tenerife. Traducción de José A. Delgado Luis. J.A.D.L. La Laguna, 1996.

[7] WILDE, William R.: Narración de un vije a Tenerife. Traducción de José A. Delgado Luis. J.A.D.L. La Laguna, 1994.

[8] RUIZ Y AGUILAR, Ricardo: Estancia en Tenerife. Introducción, transcripción y notas de Carlos Gaviño de Franchy. Tenerife: Área de Cultura del Cabildo de Tenerife, 2000.

[9] Registro Civil de Santa Cruz de Tenerife. Sección primera. Tomo 71, p. 375, y tomo 75, p. 275.

[10] Registro Civil de Santa Cruz de Tenerife. Sección tercera. Tomo 90, p. 322.   

[11] ARRIBAS Y SÁNCHEZ, Cipriano de: A través de las islas Canarias. A. D. Yumar. Santa Cruz de Tenerife, 1900.

[12] Registro Civil de Madrid. Sección tercera. Tomo D-84, f. 445.

[13] Registro Civil Consular de París. Sección tercera. Tomo 73, p. 32. Consulado de España en París. Debo el conocimiento de estas partidas a mi buen amigo el abogado don Miguel Cabrera Pérez-Camacho, sobrino del primer marido de Alicia Navarro.