miércoles, 24 de octubre de 2012

Enrique Martín Montañés



Manuel Coyne Buill:
Enrique Martín Montañés. Ca. 1919

Enrique Martín Montañés


por
Carlos Gaviño de Franchy


Para Cuchi Rodríguez-Maffiotte Martín, a quien debo gran parte del material gráfico utilizado en estas notas que pretenden rescatar la figura de su abuelo.


Cuando el joven fotógrafo Enrique Martín [1] abrió las puertas de su estudio en Santa Cruz de Tenerife, el día primero de mayo de 1925, hacía al menos cinco años que firmaba sus obras y había alcanzado un indiscutible prestigio artístico, reconocido y potenciado, por la prensa local. Pero ¿quién era Enrique Martín?






Nacimiento, formación y estancia en Tenerife

          La producción que hasta ahora conocemos de Enrique Martín, singular amateur y posteriormente profesional de la fotografía canaria, se ciñe a las fechas que enmarcan su permanencia en las islas. No tenemos constancia de posibles trabajos realizados antes de 1919, año de su llegada a Santa Cruz de Tenerife, así como tampoco de los que hubiera podido llevar a cabo entre noviembre de 1932, momento de su partida del archipiélago, y su temprano fallecimiento ocurrido en Murcia en 1936.
Nació Enrique Martín Montañés en el número 3 de la calle Cádiz de Zaragoza, a las cuatro menos cuarto de la tarde del día 4 y fue bautizado, con los nombres de Enrique Isidoro, en la parroquia de San Gil Abad, el 11 de abril de 1899. Fue el cuarto vástago del matrimonio formado por don Clemente Martín Monjas, secretario del Banco de España en dicha ciudad, natural de Valsaín, Segovia, y doña Catalina Montañés y Moor, que lo era de Brea, en Zaragoza [2].
Nada sabemos de su formación, que parece haber sido orientada a seguir los pasos de la profesión paterna y al logro de un cómodo pasar que le permitiera

no precisar para vivir del arte a que ha dedicado sus mayores entusiasmos. Vive de su carrera y con absoluta independencia ha sido desde pequeño un decidido “amateur” de la fotografía. Lo mismo en Zaragoza, de donde es natural, que en Madrid, recibió las prudentes enseñanzas de los fotógrafos más sobresalientes, dedicándose, además, al estudio de cuantos libros se han escrito sobre tan interesante materia [3].

Suponemos que, tras los pertinentes estudios y ejercicios de oposición que probablemente realizó en Madrid, ingresó en el escalafón de funcionarios del Banco de España y, en 1923, ocupaba ya una plaza de oficial en la sucursal tinerfeña de la citada entidad bancaria, de la que era cajero su hermano político don Alfredo Ara y Otal, licenciado en Derecho por la Universidad de San Fernando de La Laguna, casado con doña Felisa Martín Montañés y en cuya casa habitaba desde 1919, cuando fue destinado a cumplir el servicio militar en Tenerife.
En cuanto a las prudentes enseñanzas de los fotógrafos más sobresalientes que parece haber recibido, sólo nos atrevemos a considerar la posibilidad de que fuera discípulo precoz de Ignacio Coyne Lapetra [1872-1912], excelente profesional con gabinete abierto en Zaragoza, quien lo retrató en diversas ocasiones, e incluso una probable relación de amistad con otro miembro de esta saga, Manuel Coyne Buil, nacido en dicha ciudad el 22 de julio de 1900, que bien pudo ser su compañero de colegio y compartir con él su dedicación al arte de escribir y dibujar con la luz.
Coyne Buil obtuvo un retrato de Enrique Martín a comienzos de la década de 1920 y su presentación es en todo similar a otro que éste firmó en 1921 y que representa a Concepción Santaella, una adolescente de dieciséis años perteneciente a una adinerada familia de la burguesía santacrucera, que poco tiempo después se convertiría en su esposa.
1923 fue un año significativo en la vida de Enrique Martín. A comienzos del mes de mayo participó como aficionado en el Concurso Fotográfico organizado por la Juventud Republicana Tinerfeña con excelentes resultados: dos segundos premios en las categorías de retrato y paisaje y, el 25 de junio, contrajo matrimonio en la parroquia matriz de Santa Cruz con Concepción Santaella Cayol [4].
La prensa recogió el fallo del jurado e hizo hincapié en la necesidad de celebrar una nueva convocatoria a la que estimaba conveniente acudiera un mayor número de profesionales:

Enrique Martín: Autorretrato. 1925
Enrique Martín, Manuel y Concepción Santaella y familiares. 1922
Enrique Martín, Manuel y Concepción Santaella y familiares. 1922  

El concurso de fotografías

Anoche quedó clausurada la exposición de fotografías organizada por la Juventud Republicana. El jurado ha hecho este fallo:
En el grupo de profesionales [retratos], concede los siguientes premios: a don Eduardo Champín, por su fotografía Meditación, primer premio.
A don Eugenio P. Parejo [sic], por la suya Luz y Vida, segundo premio. A don José Sicilia González y don Francisco R. de Armas, accésits por sus fotografías Intimidad y Humildad, respectivamente.
En paisajes, también de profesionales, el jurado declara desiertos los premios primero y segundo, otorgando accésit, a don Fernando Baena por su fotografía Sol de atardecer.
En el grupo de aficionados concede en retratos, primer premio a don Enrique Sánchez, por su trabajo Lema Seis. Segundo premio a don Enrique Martín Montañés por su fotografía lema, Un baturro, número 2, y accésit a Retrato, lema Tenerife, de don Adalberto Benítez Tugores y Ega número 2, de don Eugenio González Aguiar.
En paisajes, también de aficionados, se concede primer premio a don Adalberto Benítez, por su fotografía Funchal y segundo premio a don Enrique Martín, por la suya Un paseo del Botánico y accésits a los trabajos, Mi patria de don Pedro Espejo, Bahía de Santa Cruz de Tenerife, de don Eugenio González Aguiar y El amigo de las ninfas, de don Adalberto Benítez.
El jurado se lamenta de la ausencia de los profesionales en este Concurso, particularmente en lo que respecta a retratos, y en general de la carencia de paisajes de propaganda y de turismo, recomendando a la Juventud Republicana anuncie un nuevo concurso, a base de esto último con tiempo suficiente para asegurar su mayor éxito y que su resultado sea altamente beneficioso para el país [5].
Enrique Martín: Concepción Santaella. 1925

El estudio fotográfico


Enrique Martín: Concepción Santaella. 1920
Resultó frecuente en el pasado y aún hoy es habitual entre los fotógrafos canarios alternar la actividad artística con el ejercicio de otras ocupaciones consideradas más estables y lucrativas, y así hemos visto que algunos de ellos fueron y son, al mismo tiempo, ingenieros, magistrados, empleados públicos, comerciantes [6], médicos o arquitectos.
Animado por sus amigos y con el estímulo del producto de sus fotografías de aficionado, Enrique Martín decidió instalar un gabinete profesional y lo hizo en la segunda planta del número 66 de la calle del Castillo [Alfonso xiii], esquina a la de San Roque, frente a las dependencias del Banco de España, en el que trabajaba, y al lado de su domicilio particular, en uno de los mejores edificios de la vía, cuya apertura fue anunciada oportunamente en la prensa:

           Gran estudio fotográfico
            Enrique Martín
Calle del Castillo, número 66, segundo, esquina a la de San Roque.
Montado con los aparatos más perfectos y modernos del arte fotográfico.
Especialidad en el retrato artístico.
Materiales de primera calidad.
Realización de todas clases de trabajos.
Horas para el público: De 2 y media de la tarde a 8 de la noche, y especiales mediante aviso.
Apertura 1º de mayo [7].


Enrique Martín: Mela de la Rosa. 1925. Colección Carlos Benítez Izquierdo.  
Enrique Martín: Nereida Benítez. 1930

Una nueva galería fotográfica

Un consumado artista en la fotografía, don Enrique Martín, acaba de instalar en esta capital una magnífica galería que seguramente será muy visitada por el público.
El señor Martín no es un improvisado, de los que precisan para vivir del arte a que ha dedicado sus mayores entusiasmos. Vive de su carrera y con absoluta independencia ha sido desde pequeño un decidido “amateur” de la fotografía. Lo mismo en Zaragoza, de donde es natural, que en Madrid, recibió las prudentes enseñanzas de los fotógrafos más sobresalientes, dedicándose, además, al estudio de cuantos libros se han escrito sobre tan interesante materia. Ello, claro es, le ha capacitado en tal forma, que del estimable producto de sus fotografías de aficionado y a incesantes requerimientos de los amigos, surgió la idea de montar un estudio en esta capital.
El señor Martín ha hecho en su galería una instalación eléctrica de 13.000 voltios, disponiendo, además para los fondos, de bellos tapices, cortinajes y telones de perspectiva.
El salón dedicado para el arreglo de las señoras, está elegantemente puesto y con todos los útiles necesarios para el mejor y más cómodo tocado de las damas.
En su estudio están instalados cuantos aparatos precisa un buen fotógrafo para la selección de sus trabajos, razón por que el señor Martín obtiene placas que son verdadero alarde de buen gusto. Nos dice que su predilección la constituyen las fotografías de los niños, mostrándonos trabajos hechos por él, sencillamente admirables. En las de mujer y sobre todo de señoritas, llega a obtener verdaderas perfecciones tanto de arte como de parecido. Felicitamos al señor Martín, por el éxito y buen gusto de su lujosa instalación, celebrando al propio tiempo, que esta capital cuente con una galería fotográfica que nada tiene que envidiar a las mejores de la Península [8].

Enrique Martín, Concepción Santaella y dos de sus hijos. 1928. 
Enrique Martín: Concepción Santaella. 1931 
 Enrique Martín: Concepción Santaella. 1931  

Santa Cruz de Tenerife disponía, en 1925, de varios establecimientos fotográficos, algunos de los cuales contaban con una larga tradición y el suficiente renombre que les facultaba para anunciarse —con mayor o menor derecho— como los más antiguos en el ejercicio de la profesión. Dos de ellos se encontraban en la misma calle del Castillo: Postal Exprés, propiedad de Joaquín González Espinosa, en el número 46, y en el 54, la galería que compartían Joaquín Martí Sansón y Eduardo Champín. Julián Laserna, Trino Garriga, Adalberto Benítez y La Foto Americana, instalada en la calle de Ferrer número 7, cerraban la nómina de profesionales de la fotografía con estudio abierto en la ciudad [9], por más que la Guía de Tenerife editada por el Cabildo Insular en 1927, sólo cite los de Garriga y González Espinosa [10].
Entre los miembros del gremio en Santa Cruz comenzaban a descollar los integrantes de la que ha sido denominada cuarta generación de fotógrafos canarios por el profesor Vega de la Rosa [11] y a ella quedaría adscrito Enrique Martín. 
La revista Hespérides que dirigía Rafael Peña León, dedicó una crónica al gabinete de Martín, publicada en su número 70, de 1927, que ensalzaba la calidad estética y la presentación de los trabajos del fotógrafo:

Estudio fotográfico de Enrique Martín
Enrique Martín: Juan Vicente Gaviño. 1925

La galería fotográfica del Sr. Martín, situada en la calle de Alfonso xiii, frente al Banco de España, en uno de los mejores edificios de la vía, señala al arte un derrotero de belleza, sacrificando siempre el negocio en pro de la perfección artística.
Tienen sus fotos esa distinción “dilettanti” de los preocupados exclusivamente de la belleza en la producción. Su mismo estudio, montado con gusto exquisito, casi una sala de recreo, fuera buena prueba del valor de su obra, si esa obra no se conociera en la ciudad, por su manera fotográfica peculiar y gusto en ese indispensable requisito de presentación, que delata siempre la excelencia de un depurado temperamento artístico.
Es Enrique Martín, entre nosotros, uno de los valores más positivos en su arte, como lo demuestra la distinguida clientela que visita su estudio, la que de día en día es más numerosa, como homenaje al mérito.

Enrique Martín: Francisco de la Rosa. 1926. 
Colección Carlos Benítez Izquierdo  
A la vista del corto número de obras suyas que hemos recuperado queda de manifiesto la preocupación del artista por alcanzar un producto final en el que el logro de la belleza formal —no exenta de cierta elegante despreocupación— abarca incluso al soporte en el que está realizada y a su propia presentación.
La crisis del viejo retratismo de galería en los comienzos del siglo veinte, acentuada por la popularización y el abaratamiento del proceso fotográfico que permitía casi a cualquiera obtener retratos por un módico precio, condujo a muchos estudios anclados en los modos y apariencias del pasado a la ruina. La escasa formación técnica y cultural de gran parte de estos fotógrafos dieron como resultado, señala Publio López Mondéjar, trabajos vulgares y adocenados [12] que ya no satisfacían a un público cada vez más informado por la prensa ilustrada de los nuevos derroteros que tomaba el tratamiento de la apariencia y su consecuencia: el retrato.
Un recorrido visual por las fotografías de Enrique Martín, desde las primeras conservadas de 1920 hasta las postreras del año 1932, nos confirma su interés por las diversas técnicas y procedimientos —desde la utilización de las gomas bicromatadas y los virajes, al fotocine— así como por la calidad de los papeles empleados y su respuesta a los efectos lumínicos, siguiendo las pautas marcadas por las publicaciones internacionales especializadas. Y así observamos que su inquietud innovadora le mueve a realizar un retrato pictorialista —el de Nereida Benítez de 1930— que recuerda al estilo, en boga en aquellos momentos, de Julio Romero de Torres, fallecido ese mismo año y, a continuación, a indagar en los efectos nebulosos del citado fotocine, en los dos estupendos retratos de su mujer, tomados en 1931, en los que la modelo podría pasar por una musa del celuloide.
La excelente reputación que Enrique Martín tenía como fotógrafo —dice Carmelo Vega— [llegó a ser considerado como “uno de los valores más positivos de su arte” y como “el coloso de la fotografía”] se vio fortalecida cuando en 1929 fue elegido, junto a Adalberto Benítez, Ernesto Baena y Otto Auer, para exponer sus trabajos fotográficos en la llamada Sala de Turismo del Pabellón de Tenerife de la Exposición Iberoamericana de Sevilla […].
Nunca alcanzaremos a saber el destino final de la obra de este artista, atrapado entre su vocación decidida y su prosaica profesión, de no haber muerto en la juventud.

La marcha de las islas y su temprano fallecimiento

Enrique Martín: En el centro de la imagen, Clemente Martín Monjas, Concepción Santaella Cayol y Enrique Martín Montañés. 1925 
Enrique Martín y Concha Santaella. Tibidabo. Barcelona. 1925  

La Gaceta de Tenerife, en su edición del 17 de noviembre de 1932, informaba del traslado del artista-funcionario a la península:

Ha sido ascendido a cajero del Banco de España, y destinado a la sucursal de Murcia, el culto oficial de la sucursal de esta capital nuestro distinguido amigo don Enrique Martín Montañés.
Al felicitar sinceramente a tan prestigioso funcionario del Banco de España, por su merecido ascenso, nos apresuramos a poner de relieve lo que entre nosotros será sentida la ausencia del señor Martín Montañés, por tratarse de una distinguida persona que sólo simpatías y amistades ha sabido conquistarse durante los muchos años que lleva de residencia en esta capital.

Y el 30 de septiembre de 1936, el mismo rotativo comunicaba:

Ha dejado de existir en Murcia el joven don Enrique Martín Montañés, cajero de la sucursal del Banco de España en aquella ciudad.
El señor Martín Montañés residió durante algunos años en esta capital, desempeñando el cargo de oficial de la citada entidad bancaria. Por sus dotes de caballerosidad y simpatía se captó la estimación de cuantos tuvieron ocasión de cultivar su trato, los que han sentido dolorosamente la noticia de su muerte.
Reciba toda la familia del finado, y muy en especial su viuda, nuestra distinguida paisana doña Concepción Santaella Cayol, y sus hermanos políticos nuestros estimados amigos don Ezequiel, don Augusto y don Alfonso Santaella Cayol, la expresión de la más sentida condolencia.


Enrique Martín: Concepción Santaella el día de su boda. 1925
Enrique Martín: A la derecha de la imagen, Concepción Santaella. 1925



NOTAS
[1] Debemos a Carmelo Vega un primer estudio sobre este artista publicado en su imprescindible trabajo La Isla mirada. Tenerife y la fotografía [1839-1939]. “Centro de Fotografía Isla de Tenerife”. Tomo i Los fotógrafos en el estudio. Tomo ii Los fotógrafos en el paisaje. Santa Cruz de Tenerife 1995 y 1997.
[2] Parroquia de San Gil Abad. Libro xv de Bautismos, f. 140.
Fueron sus abuelos paternos, don Gregorio Martín y doña Teresa Monjas, naturales de Armuña, Segovia, y los maternos, don Serapio Montañés y doña Joaquina Moor, oriundos de Zaragoza y Brea, respectivamente, difuntos todos en aquella fecha. Actuó de madrina del bautismo doña Trinidad Benedí Lalaguna. Sus hermanos, todos mayores que él, se llamaron Felisa, Josefa y Bernardino Martín Montañés.
[3] La Prensa. Santa Cruz de Tenerife, 26 de mayo de 1925.
[4] Don Clemente Martín Monjas, de cincuenta y ocho años, viudo, vecino del número 67 de la calle del Coso de Zaragoza, otorgó su licencia en forma para que su hijo casase con la señorita Concepción Santaella Cayol, el 2 de abril de 1923.
La novia, nacida en Santa Cruz de Tenerife el 6 de octubre de 1905, fue bautizada en la parroquia de la Concepción el 31 de agosto de 1906 y era hija de don Manuel Santaella y García [1866-1922], corredor de comercio y propietario, y de doña María de la Concepción Cayol y Béthencourt. Actuó en calidad de testigo de la información de soltería de don Enrique Martín Montañés, don Manuel Santaella Cayol, también corredor de comercio, su hermano político.
La prensa dio cuanta de la boda en los siguientes términos:
Carnet de Sociedad
En la parroquia de la Concepción, se efectuó ayer tarde el enlace de la bella señorita Concepción Santaella y Cayol, con el joven oficial del Banco de España, don Enrique Martín Montañés.
Bendijo la unión, el beneficiado de la Catedral de La Laguna, don José Tarife [y Tejera], apadrinando a los contrayentes, la señora doña Felisa Martín [Montañés] de Ara, hermana del novio, y don Manuel Santaella [Cayol], hermano de la desposada.
Firmaron el acta testifical, por parte de la novia, don Clemente Martín [Monjas], secretario del Banco de España en Zaragoza; el cajero de la sucursal de esta capital don Alfredo Ara [y Otal], y don Ezequiel Santaella [Cayol]; y por parte del novio, el director del Banco, don Francisco Marinas [Moris]; el interventor, don Antonio Soriano [y Narváez], y el secretario, don José L. Iglesias [Serrano].
La boda se celebró en la intimidad de la familia.
Tuvieron cinco hijos llamados María del Pilar, Enrique, Cruz, Clementina y José Martín Santaella, de los que queda amplia sucesión en Canarias.
Registro Civil de Santa Cruz de Tenerife. Sección Segunda, tomo xxxviii, p. 362.
Don José Santaella Fernández de Orduña, nació en Cádiz en 1832, casó en dicha ciudad el 7 de septiembre de 1857 con doña Cristina García y Sánchez [Cádiz, 1833-Santa Cruz de Tenerife, 1904], y se avecindó en Santa Cruz de Tenerife en 1866, ciudad en la que falleció el 25 de agosto de 1904. De los siete hijos que tuvo el matrimonio, los tres primeros, María del Carmen, José y Eloísa, nacieron en Cádiz en 1858, 1863 y 1865, respectivamente. Los cuatro restantes lo hicieron en Santa Cruz: Manuel en 1866, María Dolores en 1869, Aurora en 1872 y Eladio en 1877. Sin embargo su padre, otro don José Santaella [Cádiz, 1808-Santa Cruz de Tenerife, 1879], se había establecido previamente en Santa Cruz en 1853 y, viudo en dos ocasiones, volvió a casar en dicho puerto por tercera vez, el 27 de diciembre de 1867, con doña Francisca Muñoz y Camacho.
[5] El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 7 de mayo de 1923.
[6] Véase en este blog: Santos María Pego; Luis Gonzaga del Mármol; Los Belza y Joaquín González Espinosa.
[7] La Prensa. Santa Cruz de Tenerife, 29 de abril de 1925.
[8] La Prensa. Santa Cruz de Tenerife, 26 de mayo de 1925.
[9] Véase Vega, C. op cit.
[10] Guía de Tenerife. Excmo. Cabildo Insular de Tenerife. 1927. Publicaciones del Instituto Nacional de Expansión Económica. Director: Jaime Isern. Barcelona.
[11] Véase Vega, C. op cit.
[12] López Mondéjar, P.: 150 años de fotografía en España. Lunwerg. Barcelona, 1999.


Sicilia Hermanos: Concepción, Alfonso, Manuel, Ezequiel, María Rosa, Consuelo y Augusto Santaella Cayol. Ca. 1918