jueves, 28 de mayo de 2015

Cirilo Suárez Moreno [1903-1990].Dibujante e ilustrador gráfico


Cirilo Suárez Moreno [1903-1990]
Dibujante e ilustrador gráfico
 
Cirilo Suárez Moreno

Segundo de los hijos que tuvo de su matrimonio con María de la Soledad Moreno Benítez el pintor Francisco Suárez León, nació Cirilo Suárez Moreno en Las Palmas de Gran Canaria, el día 2 de marzo de 1903 [1]. Aprendió con su progenitor los rudimentos del arte, particularmente el Dibujo, en el estudio que el artista había dispuesto en la azotea de su casa situada en una calle próxima a la plaza del Pino, estancia que ambos compartían [2].
            En 1918, año en que comenzó su larga y fructífera andadura la Escuela Luján Pérez, a solicitud de un amigo suyo, a la sazón alumno del citado liceo, Cirilo Suárez visitó a Juan Carlo, con la intención de ingresar en ella, para lo cual fue examinado por Nicolás Massieu y Falcón, quien quedó sorprendido de la habilidad natural que manifestaba aquel joven quinceañero para el dibujo. Compartieron su entusiasmo por la destreza artística de Cirilo, el pintor Néstor Martín Fernández de la Torre, el arquitecto Enrique Cañas y Eladio Durán, de quienes recibió enseñanzas.
            Tres años más tarde pintó el retrato del profesor Baltasar Champsaur que se conserva en El Museo Canario y esbozó el del poeta Félix Delgado, al grafito con toques de clarión; realizó su primera y única exposición individual en el Círculo Mercantil de Las Palmas de Gran Canaria e ilustró un libro de su tío Sebastián Suárez León, titulado El alma de los niños, poemas infantiles, con palabras preliminares de Arturo Sarmiento, que fue impreso en la tipografía del Diario.
La enriquecedora participación de Cirilo Suárez en diversas labores de edición y artes gráficas, a lo largo de su carrera durante la mayor parte del siglo XX, merece un estudio meticuloso que pretendemos acometer en próximas fechas, limitándonos a señalar en este algunas de las publicaciones que cuentan con su colaboración artística y, particularmente, la realización de los retratos a pluma que conforman la colección de tarjetas —cigarette cards—, editada por Cigarrillos Cumbre, en la que figura entre otros muchos el de don José de Viera y Clavijo.
Poco después, en 1924, firmó el excelente retrato —dibujado también con grafito y clarión— de su amigo Mariano Utrera y Cabezas, hijo de los condes de Zamora de Riofrío, que figura en el frontispicio del libro primero de su Historia de Canarias, obra para la que también realizó en tinta un ex libris mitológico-heráldico en el que aparecen la musa Clío, el escudo de Canarias y el volcán Teide en un óvalo que lleva el mote: Ave divina Clío historiae lumen, impreso, probablemente ese mismo año, en los talleres de la citada tipografía Diario de Las Palmas. Para el segundo volumen de Pro-Cultura, biografías de personalidades contemporáneas que más han contribuido al progreso intelectual, material y artístico de Canarias, de José González Rodríguez, diseñó la cubierta y aportó el retrato del autor, de similar técnica y características, a los anteriormente citados, que rubricó en 1926. El libro, en cuya portada consta que fue editado en la tipografía Sarmiento ese año, lleva en cubierta la data de 1927, quizás porque fue en esta última fecha cuando se acabó de encuadernar y se puso a disposición del público.
La prensa de las Islas comienza entonces a ocuparse del novel pintor y son varios los escritores que le muestran su apoyo particular y no dudan en solicitar otros de carácter público con el fin de obtener los recursos que permitieran al artista continuar su formación. El primero de ellos fue Carlos Medina de Matos, abogado originario de la villa de Arucas, que con el tiempo sería autor de varias publicaciones [3]:

El Artista
A mi querido amigo el notable pintor Cirilo Suárez Moreno, en prueba de admiración.

          Era una de esas mañanas en que las nubes interpuestas entre el Firmamento y la Tierra nos cubren de un manto que entristece y nos vuelve melancólicos, y en esta mañana, mis pasos se encaminan al histórico parque de San Telmo —mi paseo matinal antes de empezar la lucha cotidiana— y entre sorbo y sorbo de café evoco épocas pretéritas y espero que el tiempo descifre mis ilusiones... Sólo el busto de Tomás Morales, bañado por la débil luz del astro de la Vida, parece estar contento en la soledad de la mañana, mientras que el mar con sus furiosas embestidas contra la prolongación del parque, quiere como reclamar lo suyo, robado por el genio de los hombres.
Indiferente a lo que a su alrededor acontece, un matrimonio indio, en cuyos semblantes bronceados se nota la nostálgica huella del país lejano, quizás desorientados cual avecillas del extraviado nido, descansa junto al busto del gran Morales y el poeta parece que recita consolándoles, y llega a mis oídos la divina oración de su prodigiosa sensibilidad...

¡Vendedores de rostros apostólicos,
que llevan en la boca una oración
y en los rasgados ojos melancólico
una mirada de resignación!

...Extasiado en la contemplación de este cuadro, no noto la llegada de un artista, uno de esos seres que —según dijo Larra—, reciben del cielo la sensibilidad como primera condición de la existencia. Un joven de regular estatura, delgado, vestido con sencillez, de trato afable y simpático frente ancha y noble, de semblante dolorido y de mirar penetrante, cabeza majestuosa que los sufrimientos salpicaron de hilos de plata abrumadora en horas de cruel y ansiada vigilia, presentando el aspecto resuelto y firme un poco triste, de las esculturas paganas...
...Charlemos; me cuenta sus ilusiones. ¡Oh sus grandes ilusiones!
— Pienso —me dice— hacer una exposición de mis cuadros en Tenerife; pero temo que me hagan el vacío…
¡Pobre artista que luchas por tu ideal!... Lo animo. En Tenerife —le dije—sabrán apreciar tu arte y como vales porque lo has demostrado, triunfarás. En Santa Cruz hay varías sociedades que te prestarán sus salones, y en La Laguna un Ateneo foco de cultura, honra de la ciudad de los Adelantados, que por desgracia no tenemos en Gran Canaria...
Me despido del pintor que triunfó en la exposición del Mercantil de Las Palmas y la crítica preconizó un predestinado del Arte, pero hasta ahora sin apoyo de los centros oficiales sordos a la voz del progreso....

Pero sería, sin duda alguna, el poeta y periodista Juan Sosa Suárez [1903–1972], el amigo que más afectuosos y justos alientos diera al artista, analizando su obra en artículos de talante pedagógico concebidos desde perspectivas casi insólitas, si consideramos el momento en que fueron escritos y el público al que estaban dirigidos. Uno de estos comentarios, quizás de los primeros en que analizó su obra, vio la luz en El Progreso de Santa Cruz de Tenerife, el 21 de diciembre de 1927:
Cirilo Suárez, ese inteligente artista del lápiz, acaba de brindarnos su segundo cuadro de pintura.
De la ejecución afortunada del primero —Retrato de don Baltasar Champsaur— a este último, ha transcurrido cerca de dos años. En tan corto tiempo la penetración pictórica de este artista ha mejorado notablemente.
Fiel al retrato, característica más destacada de Cirilo Suárez en los albores de su oficio, la obra que acaba de exponer señala una desviación de aquella. No parece seducirle ya tanto la perfección de ejecución, la íntegra y acabada delineación, lo externo en una palabra, sino que, por el contrario, busca con ahínco los efectos de luz y color que hagan vibrar las figuras, dotándolas de contenido vital y palpitante. Bien es verdad que el motivo del cuadro difiere del primero. En aquel el color juega un papel principal. Pero con todo se advierte la variación pictórica, el nuevo encauzamiento.
Hubo un tiempo en que a Cirilo se le tachó de académico, en su sentido retrospectivo. Sus dibujos no eran, a juicio de algunos, sino meras fotografías. Sin negar su habilidad de retratista, nunca acaté aquel juicio de modo absoluto. Presentí que Cirilo llegaría, a fuerza de estudio y trabajo a lograr obras de mayor validez, más intensivas en expresividad. Y lo ha conseguido en Patio de los naranjos a pleno sol, que acaba de exponer, destácase la nueva virtud adquirida. Al artista no preocupa ya la máxima consecución del parecido de lo objetivo, la exacta representación de la imagen, sino o sustancial, lo vivo, lo expresivo. Así el cuadro nos muestra una obra magnífica en cuanto a color luz y perspectivas. Cirilo es ya algo más que un dibujante hábil.
Lo que en verdad nos alegra de este artista, admirando su obra, es la variación operada en su personalidad. Sin volver grupas por completo a lo que dio en llamarse su academicismo, inicia la entrada a un mundo nuevo de la pintura. La corriente modernista parece seducirle y se orienta al impresionismo, pero a un impresionismo puro, de valor transcendental, y no a ciertas modalidades pomposamente llamadas impresionistas de algunos pseudoartistas de la pintura fracasadas a falta de contenido valorativo que las haga perdurables
Ante el cambio operado en el artista, cabe preguntarnos: ¿Habrá acatado Cirilo aquella máxima de Seroff: el mal consiste en que nuestra juventud huyendo del academicismo, descuida su oficio...? Por que no parece sino que el artista ha pretendido lo primero, sin caer en lo segundo en el descuido del oficio Y así es. Cirilo no falsea jamás su arte. Es un copista excelente de lo real al modo de los amantes de la escuela de Manet. La naturaleza se refleja exacta en sus lienzos, como ella es, con sus matices, sus latidos, sus formas, limpia de amaneramientos desnaturalizadores, Y si en esto consiste su academicismo, habría que decir: divino vicio.
La obra expuesta agiganta la personalidad de Cirilo Suárez. Pero aun el artista nos reserva frutos más sazonados que, sin duda, no se harán esperar.
Laureano Armas Gourié. Cirilo Suárez Moreno

Finalmente, en 1929, el Cabildo de Gran Canaria, presidido por don Laureano de Armas Gourié, lo pensionó para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y es de nuevo su amigo Juan Sosa, conocedor por su fraternal intimidad del carácter apocado del artista quien, en un entrañable artículo pleno de buenas intenciones, intentará convencerle de su propia valía, animándolo a emprender con decisión —alejando cualquier duda sobre su extraordinaria capacidad— la nueva y apasionante etapa que la fortuna ponía en su camino: 
Hablemos hoy de arte, o, más estrictamente, hablemos de un artista.
El dibujante aprovechado, inteligente, acabado, que hay en Cirilo Suárez emprenderá, dentro de breves días, su escapada a la corte, a Madrid. Va allá, donde todos, todos al parecer, triunfan, donde todos ganan el palmito de la gloria. Bien es verdad que de cuantos jóvenes optimistas, animosos arriban a Madrid a bregar en materias de arte, pocos son los que logran, a la larga, descollar. Otros, acaso los más, se hunden, se pierden para siempre. Por falta de espaciosidad de disposiciones; o de medios, de recursos para la lucha.
Cuántos artistas primerizos, cuántos meros aficionados emprenden el camino de Madrid, portadores de un tesoro de proyectos, de ilusiones para lo porvenir y no vuelve a saberse de ellos más. Cuántos fracasan, a mitad de la empresa, sin llegar ni siquiera aproximarse a la muralla ansiada.
Y por el contrario, otros, llegan, laboran, trabajan y se imponen. Conquistan un puesto, un nombre, una personalidad. Dan que hablar. Atraen la atención de unos, el interés de los más. Son, precisamente, los que, con algo en el cerebro y en el corazón, hicieron su entrada en la villa del arte y acrecieron luego sus facultades tras una provechosa y consecuente gestión artística.
Así, cuando un amigo nuestro iluso, optimista, con el alma colmada de planes, nos anuncia su escapada a Madrid a imponerse, a hacerse un artista, nuestro mundo afectivo se nos estremece ante la incertidumbre, ante la duda que nos abre la marcha del amigo ¿Triunfará?¿Logrará hacerse valer?¿O, por el contrario, se vendrá a tierra con todo su fardo de ilusiones, de proyectos, de sueños… ?
Empero, no siempre la incertidumbre, la duda prende en nosotros. Alguna vez como en el caso de Cirilo Suárez, nuestro espíritu se torna optimista, esperanzado. Las cualidades artísticas de este dibujante son tan conocidas, tan acusadas, tan destacadamente ciertas que aquella incertidumbre cede bajo la presión de nuestro seguro convencimiento, de nuestra íntima convicción. Una convicción cabal, firme, plena. Consecuencia, claro está, de haber seguido paso a paso y día a día la labor del amigo, la labor de arte del amigo, mejorada, acrecida a lo largo de años de buen aprendizaje.
Acaso en todo Canarias no haya un dibujante de la talla, de la maestría, del conocimiento de Cirilo Suárez. Su línea es segura, esbelta, se puede decir perfecta. Sus retratos son verdaderas maravillas de ejecución. Frente al modelo no hay, es casi seguro, en nuestras islas un dibujante que logre como él el parecido, la cabal semejanza entre la obra y el modelo. ¿Es Cirilo un simple copista, un mero retratista? ¿Lo quiere ello decir? No. En su obra hay inventiva, carácter, creación. Personalidad en una palabra. Pero Cirilo no se afilió nunca a escuela de arte alguna, trabajó siempre reproduciendo fielmente cuanto se ofrecía a sus ojos. Y su carácter, algo rezagado, no actuó como debió actuar. Se destaca en sus obras más la maestría, la habilidad de su mano que su propio temperamento. De ahí lo acusado de su academicismo, academicismo del que, afortunadamente, el artista se ha sacudido y ya se inicia, con suerte, con pleno logro, en la verdadera obra de arte, en aquella que plasma nuestro mundo sensitivo, psíquico, temperamental, y no el puramente objetivo, lo externo y ajeno al tamiz de nuestras sensaciones.
Pero, si bien en el lápiz y en el aguafuerte, Cirilo no ha desplazado, del todo, el lastre de sus cualidades primigenias, iniciales, en el color se nos revela muy otro. Ya descuida un tanto la línea, lo geométrico y formal para captar los efectos de luz, el mundo invisible que anima a cada cosa, a cada objeto. A su modo es, sin proponérselo, impresionista, si bien su impresionismo no tiene nada de esta o aquella tendencia conocida, ensayada. Pero en su nuevo campo, el dibujante de que hablamos ha ganado mucho. El color —tan difícil, tan poco asequible— está bien empleado en sus cuadros, bien sentido. Y ello dice mucho.
Hace bien, muy bien Cirilo Suárez al emprender la ruta de Madrid, Allí, en un ambiente nuevo, teniendo a mano maestros, revistas de arte, museos, puede trabajar, estudiar con verdadero provecho. El porvenir pues le abre un nuevo ciclo de vida y de trabajo. El porvenir le es bien grato. Llegue Cirilo Suárez a Madrid y encamine sus pasos a los museos de pintura y nútrase de la enseñanza de los verdaderos maestros. Estudie, beba, ahonde en los lienzos inmortales de Murillo, Velázquez, y Zurbarán sin desechar tampoco lo nuevo, lo reciente y positivo, y su triunfo y su formación serán seguros. Porque le sobran conocimientos y arrestos para ello [4].
Leopoldo Matos Massieu. Cirilo Suárez Moreno
            El próximo lustro resultará primordial en la formación de Cirilo Suárez. Continuando en la línea de sus labores como artista gráfico, en 1930 dibuja un ex libris para la edición de Frutos tardíos de José Rial, libro que contó con una hermosa cubierta obra de Ángel Johan. Dos años más tarde obtiene una segunda medalla en el Salón de Otoño de Madrid, en el que había participado exponiendo un retrato del escultor Abraham Cárdenes y, al siguiente, gana la primera medalla en el mismo certamen, con el cuadro Alfareras de La Atalaya, galardón que contribuyó a que se le nombrada miembro de honor de la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid. Pinta también en esta fecha el excelente retrato de su padre que conservan sus descendientes. La estancia en la capital de España toca a su fin y regresa a Las Palmas en 1934 con la promesa, por parte del Cabildo Insular de Gran Canaria, de concederle una beca extraordinaria de ampliación de estudios en París y Florencia, ayuda que nunca llegó a percibir [5]. Fechado en 1933 fue el excelente retrato de su padre, una expresiva cabeza al óleo, de pincelada certera y suelta, que conservan sus familiares.
Francisco Suárez León. Cirilo Suárez Moreno
            Plenamente integrado en el ambiente culto de La Palmas, es requerido constantemente para retratar a sus integrantes. En compañía del joven Patricio Pérez Moreno y otros destacados miembros del estamento intelectual y artístico grancanario visitan, en el invierno de 1935, al célebre escritor don Francisco González Díaz, que vivía retirado en el bucólico pueblecito de Teror. Don Francisco, considerado acaso como el mejor de los literatos canarios del momento, posó para Cirilo Suárez durante la entrevista que tuvo lugar en el hotel donde residía:
Rumbo a Teror. Un grupo de amigos [el poeta Montiano Placeres, el recitador señor Suárez León, Federico Sarmiento, director de España Nueva; el compositor y pianista Manolo Peñate, el laureado pintor Cirilo Suárez y el que estas líneas escribe] nos dirigimos, en embajada de afecto y de admiración, a visitar en su apartado retiro al ilustre maestro de las letras canarias Francisco González Díaz.
A medida que el auto va tragándose la distancia que nos separa de la villa, una extraña emoción, mezcla de ansiedad temerona y de exaltada alegría, me invade.
Voy a conocer personalmente al admirable escritor de tantas crónicas; voy a estrechar la mano que ha trazado tan singulares conceptos y tan originales frases; voy a oír, por vez primera, la voz que ha mantenido en admirativa suspensión a numerosos públicos, y que ha sabido hacer juntar, en espontánea demostración de júbilo y de fervorosa-solidaridad espiritual a incontadas manos.
De mi emotivo ensimismamiento me saca una aguda frase de poeta Montiano Placeres. Mis compañeros, pródigamente, lapidan el espacio con un alud de conceptos, de chistes, de encontradas apreciaciones sobre las cosas y sobre los hombres. Y sus expresiones ruedan, se pierden sobre las llanuras, sobre los montes; se refugian en estos deliciosos rincones tapizados de verdor, que surgen a nuestra marcha.
Teror. He aquí el término de nuestro viaje. Unos minutos de espera en el Hotel que alberga a González Díaz, y, al fin, la austera figura del maestro avanza hacia nosotros. Unos saludos plenos de cordialidad. Unas presentaciones [la de Cirilo y la mía] y la charla amical rota bajo este cielo de luz difusa, en la tarde gris y silenciosa. Mientras, de la diestra mano de Cirilo que castiga la cartulina con trazos rápidos, los rasgos del maestro aparecen paulatinamente. Yo, con asombro y regocijo infantiles, voy comprobando la identidad con el original.
Se habla ahora de arte. Más tarde Suárez León nos informa de sus recientes andanzas por tierras de Castilla. Y surge el agudo comentario acerca del carácter matritense.
De improviso, sobre la paz del atardecer, resbalan las notas melancólicas de unas campanitas....
—Parece que nos hallamos en un convento...—ha dicho alguno de nosotros.
Y en efecto: la sensación es la misma. Por un momento quedamos silenciosos y el encanto de esa vida apartada del mundano aturdimiento, se apodera de nuestro espíritu.
Pocos trazos más y el boceto de González Díaz, destinado a exornar la página de España Nueva que Sarmiento piensa dedicarle, se ofrece a nuestras miradas.
Hay unas palabras del maestro, de aliento y de gratitud, que Cirilo recoge devotamente.
Luego, versos de Montiano que expresados por Suárez León adquieren todo su valor emocional. Y música. El piano, acariciado por las manos de Peñate, pone un bello colofón armónico a los instantes de arte puro que nos ha hecho vivir nuestro gran recitador.
El maestro habla ahora de sus proyectos literarios. Nos da la buena nueva de la próxima aparición de un libro de versos, y ya en ese momento en que el día desfallece en su lucha con la noche, nos lee dos bellísimos artículos y una bien lograda traducción de La noche, de Musset.
La charla se reanuda y atentamente, escuchamos unos buidos comentarlos de González Díaz acerca de la personalidad y de la obra de Benavente.
Después, sabrosas anécdotas, que a hora de la partida interrumpe.
Hasta el coche nos acompaña, galantemente, el autor de Pasionarias. Un cordial adiós con la promesa del retorno, y en marcha otra vez hacia Las Palmas.
Mientras la radio del auto inunda da armonías el espacio, en un hondo silencio, henchido de emoción y de recuerdo, nuestra alma descansa... [6].
Funda posteriormente con Abraham Cárdenes las llamadas Academias Municipales, en las que dirigió la sección de Dibujo. En opinión del historiador Javier Campos Oramas, se distinguían estas academias, de la Luján Pérez, en ser más clásicas su metodología y modelos. Eran preferidas por aquellos jóvenes que querían ingresar en la Escuela de Bellas Artes en Santa Cruz de Tenerife [7], y en 1937, ya en plena guerra civil, fue designado profesor de Dibujo y Pintura de la Escuela Moderna de Las Palmas, nombramiento que fue pomposamente anunciado en la prensa [8].
La bien ganada fama, siquiera local, toca a su puerta, pero el artista prefiere mantenerse al margen de cualquier tipo de halagos, empeñado únicamente en el ejercicio cotidiano y tenaz del arte, que comparte generosamente con sus alumnos enseñándoles los secretos de la técnica. Ese mismo año dibuja y dedica a su amigo el coleccionista Francisco Martín Vera su retrato al grafito que se conserva, en la actualidad, en la Casa de Colón.
Francisco Martín Vera. Cirilo Suárez Moreno
La revista Canarias, de Buenos Aires, en el ejemplar que lleva fecha del primero de julio de 1939, pocos meses después de acabar la contienda fratricida, inserta una crónica firmada por Andrés de las Casas Casaseca, periodista palmero que usaba el seudónimo Pedro del Valle, en la que da cuenta de los logros alcanzados por el pintor, haciendo especial hincapié en su etapa madrileña de formación:
Gran colorista. Sus paisajes exhibidos en el Salón de Otoño, en Madrid, merecieron juicios críticos muy favorables de la crítica, destacándose desde los primeros trabajos que expuso, como una verdadera esperanza del Arte Pictórico.
Más tarde, con su cuadro Alfareras de la Atalaya, y El gigante de la cosecha, Cirilo Suárez, ha robustecido su personalidad artística, apareciendo no ya como una posibilidad alentadora, sino como una realidad plena de inspiración y de maestría.
Lo mismo en sus aguafuertes, que en sus retratos al óleo, igual que en sus dibujos a pluma, y en sus admirables rincones de Vegueta, que con tanto acierto ha tratado, el artista se nos muestra como un formidable dibujante, captador de la línea y del echizo del colorido. Sus tipos canarios en los dos estudios que antes he indicado, revelan una suspicaz observación y un perfecto equilibrio al llevar al lienzo la vida y el aliento que comprende. Los personajes de El gigante de la cosecha  —sépase que la pensión de hambre que disfrutó Cirilo Suárez no le alcanzaba para tener modelos—, están animadas de ese soplo vital que el artista sabe imprimir a toda obra maestra: Expresión actividades, movimientos, armonía en el conjunto, belleza de colorido…Todo responde a una feliz concepción realizada dentro de normas de plasticidad y estética, admirables.
Cirilo Suárez, ha sabido, pues, por sus propios méritos y grandes condiciones, colocarse siempre en lugar preeminente. Si algún defecto tiene, es ser demasiado modesto. Pero, que el no diga nunca de sus obras, lo dicen ellas misma pregonando la valía indiscutible de quien sabe arrancar a su paleta el secreto de la vida, envolviendo en el trozo y el color su vibración y su magnitud.
Es lo sorprendente en este muchacho que igualmente merece cálidos elogios cuando se nos muestra como paisajista, que cuando cultiva el retrato, una de las maneras más difíciles y ásperas que ha de vencer el pintor.
La justeza expresiva de la línea corre pareja con el colorido afortunado, y la certera expresión que pone en sus obras, y de ahí, ese maravilloso conjunto que logra, donde el más completo verismo avalora, y prestigia su esfuerzo.
Cristóbal Castillo Manrique de Lara. Cirilo Suárez Moreno
Un viaje al continente vecino en 1940, concretamente a los territorios del África Occidental española de Cabo Juby y el recientemente ocupado de Sidi Ifni, cuya capital se encontraba en los inicios de su expansión urbanística, le facilitó interesantes modelos y paisajes exóticos que reflejó impecablemente en sus telas. A su vuelta expuso, en 1942, con el escultor José de Armas Medina, en una salas del Cabildo Insular. De este año son también un magnífico retrato de su padre realizado, como era habitual en su producción dibujística, al grafito con toques de clarión y, de 1942 otro del rapsoda Antonio Martín Ramos, de similar técnica.
Francisco Suárez León. Cirilo Suárez Moreno
El año siguiente participa en la Exposición Provincial de Bellas Artes celebrada en El Gabinete Literario. El cronista, que se oculta bajo las siglas S. D. de R., escribe en la prensa:
Apuntes de una exposición. Cirilo Suárez Moreno.
Porque si no estaría mal, ha enviado un cuadro a la exposición: el retrato, espléndido, de la joven señora Ana María Morales de Aguiar. También ha sido ya admirado en su exposición del Cabildo Insular. Cirilo es un notable pintor, profesor de dibujo, que nunca da importancia a su obra. Una abulia artística le caracteriza. Algunas veces parece estar ya de vuelta de las exposiciones y concursos. Sienta plaza de imperturbable, y como esto es una nota, principal, de su personalidad lo tenemos a bien. Pero Cirilo sabe pintar, tiene escuela, gusto, y, cuando quiere, hace cosas notabilísimas [9].
Pinta en 1943, por encargo del Gabinete Literario, el retrato de Bartolomé Cairasco de Figueroa, que será expuesto años más tarde, tras haber enviado a la de Artistas de Gran Canaria, que tuvo lugar en el Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid en 1944, varias obras [10].
Al año siguiente, 1945, expone en el Gabinete Literario con los escultores José María Boves y Esteban Saavedra. La prensa hizo inventario de los dibujos y telas del artista:
Cirilo Suárez, pintor muy conocido ya, expone once dibujos, siete retratos al óleo y doce obras magníficas al óleo también, del África occidental española. Hay en este artista la semilla de la superación y el noble intento de poner muy alto el pabellón del Arte .Tiene lienzos admirables, de gran belleza y de un estilo y limpidez de colorido rayano en la perfección, de los que sobresale en primer lugar, un tipo marroquí, La tocadora de bombo, sugerente y sombría, que destaca sus ojos alucinantes llenos de fuego y remembranza, entre la carne oscura, apergaminada de su rostro. Es una figura extraña que atrae la atención desde el primer momento, con su aspecto un tanto encogido, como en acecho, y las manos engarabitadas sobre el parche tenso del timbal, próximo a resonar en estridencias salvajes. ¿Sabe Cirilo Suárez toda la vida intensa que ha dado su paleta a esta figura hermética?
Seguidamente merece destacarse una Cabeza de Santón, cetrina y reconcentrada, que a través de los ojos cerrados deja escapar el fanatismo y fatalismo de una raza. Sus paisajes de Sidi-Ifni y Cabo Juby, inigualables, como así mismo toda la variedad de retratos de los que merecen especial mención el del poeta Cairasco, y el de Pedro Perdomo Acedo. De los dibujos, dos cabezas de niño, rebosantes de sensibilidad y expresión [11].
Bartolomé Cairasco de Figueroa. Cirilo Suárez Moreno
El retrato del poeta fue objeto de un artículo, firmado por X, y publicado en el rotativo Falange, el 9 de septiembre de 1945:
Cirilo Suárez, nuestro gran pintor que arrastra por la ciudad su abandonada bonhomie teñido de canas prematuras, ha sido el encargado de dar aliento a la empresa creadora. La honradez insobornable de sus pinceles ha otorgado viva plasticidad ardiente a la figura de Caírasco. Sobriamente enmarcada sobre un fondo de paños plegados con serena gravidez, se recorta la efigie de1 poeta. Su rostro se aviva contrastado con el granate de un vitral tembloroso de luces blancas. Sobre la mesa alinean sus lomos henchidos las obras más famosas del escritor. La encomienda de su Cruz prioral pone una nota de color en la severidad del ropaje. En la mirada, concentrada y honda, fulge un destello de inspiración. Se diría que la mente del poeta se halla grávida de imágenes, en el dramático trance precursor de su canto viril a las glorías de Canaria, en el relato de sus gestas contra Drake, el corsario temido, o contra Van Der Doez. el malvado holandés. O que en los entresijos de su pensamiento borbotan ya los versos sonoros de su inmortal poema al bosque de Doramas:
Aquí de varias músicas
hinchen el aire los pintados pájaros.
La verde yedra errática
a los troncos se enreda con sus círculos,
y más que el yelo frígidas
salen las fuentes de peñascos áridos.
Todo el cuadro es ejemplo de digna, mesurada y noble maestría. No podemos precisar el grado de veracidad físionómíca que guarde el retrato respecto a la figura real de Caírasco. Pero, desde luego, el parecido con el difumínado modelo del lienzo catedralicio es exacto y sorprendente. La obra tiene, además, acento de verdad, de auténtica vitalidad. Si non e vero, e ben trovato.
La gloria de Caírasco, genuino y alto valor de nuestras letras, primer nombre aureolado que nuestra Isla brinda a la historia literaria nacional, merecía ya este homenaje de recordación. Dentro de pocos días, con la solemnidad necesaria, como uno de los actos conmemorativos de su centenario, el Gabinete Literario volverá a colocar en sitio preeminente este magnífico retrato de la recia figura de Bartolomé Cairasco de Figueroa. A tout seigneur, tout honneur. La veterana sociedad empieza a pagar la deuda que tiene contraída con su memoria, con su recuerdo imperecedero. Este cuadro de Cirilo Suárez le ofrece la más digna y bella manera de irla enjugando.
De Izq. a dcha.
José de Aguilar Martín. Cirilo Suárez Moreno
Roberto Hougthon y Warrand. Cirilo Suárez Moreno
En el catálogo razonado de su obra, trabajo que se encuentra pendiente de ejecución y, en particular, al inventario de sus innumerables retratos realizados tanto al óleo, como dibujados al grafito o la tinta, habría que añadir los de don Manuel González Martín [1930]; don Roberto Houghton y Houghton [1947]; don Agustín del Castillo Bethencourt, IV conde de la Vega Grande de Guadalupe [1948]; don Francisco de Quintana León, x marqués de Acialcázar [1949]; don Cristóbal del Castillo Manrique de Lara [1949]; don José de Aguilar Martín [1950]; don Laureano de Armas Gourié [1950]; don Leopoldo de Matos y Massieu [1951]; don Manuel González Martín [1950]; don José Limiñana López [1950]; S. Armas Calcines [1957] y varias de las recreaciones al óleo de las efigies de Gonzalo Argote de Molina, José Luján Pérez, José de Viera y Clavijo, Pedro Gordillo y otros que conformaron la colección inicial que exornaba la Casa de Colón.
De Izq. a dcha.
Manuel González Martín. Cirilo Suárez Moreno
Antonio Limiñana López. Cirilo Suárez Moreno
En 1950 contrajo matrimonio con su prima hermana Cándida Suárez Hernández —Cayita—, hija del actor y poeta Sebastián Suárez León y, fallecida esta, repitió nupcias en 1986 con Rita Suárez Hernández, hermana de su primera esposa.
Falleció Cirilo Suárez Moreno en Las Palmas de Gran Canaria, en 1990. Agustín Quevedo, que lo conoció bien, escribió estas notas sobre el artista, tres años después de su muerte:
Para cualquier ciudadano que paseara, no hace mucho tiempo, por el barrio de Vegueta —sección de un espacio fundamental en la historia de Las Palmas de Gran Canaria—, y más concretamente por ese sector de la plaza de Santa Ana, tenía que serle familiar la figura simpática de Cirilo Suárez Moreno, un artista que atraído por una soledad que lo definía, soledad compartida, primero —con su esposa, hasta la muerte de ésta—, e individualizada, después, se destacaba por una ironía sin rencor y por un humor, mixtura de escepticismo y de picardía. La vida, acaso, no le ofreció nunca esa medida del estilo que necesitaba para hacerse el pintor con fama que llevaba dentro. Pero tampoco le importó mucho que la cosa fuera así. «Lo importante —decía— es no tener prisas; lo importante es dejarse llevar hasta encontrar lo que quieres; pero si no es así, nada conmoverá la historia». Víctor Doreste, por aquellos tiempos en que existía en todo su esplendor el «Bar Polo» sobre el desaparecido Puente de Palo, sentía una franca admiración por Cirilo Suárez. Decía que teníamos que estarle agradecidos porque era el único pintor que demostraba una eficacia realista sobre el lienzo. Nada más cierto si se tiene en cuenta que la obra del artista grancanario está, evidentemente, recreada en la realidad, una realidad captada por su retina, tan exacta.
Francisco Quintana León. Cirilo Suarez Moreno
De pintor poco ambicioso lo calificó una vez Abraham Cárdenes, con quien, por cierto, no se llevaba bien. Cuestiones sin importancia, intrascendentes. Pero sí, es posible que Cirilo Suárez no fuera ese pintor ambicioso que, por sus condiciones —muchas y prometedoras—, debió haber sido. Se sabe, según contaba el poeta y escritor Juan Sosa Suárez —¡qué filón perdido para la memoria de nuestra cultura!—, que Juan Carló, el primer profesor que tuvo la Escuela «Lujan Pérez», sentía gran admiración por él. Cirilo tenía un instinto muy próximo a lo que es el significado de la estética desde el punto de vista del arte figurativo. Instinto heredado, con toda seguridad, de uno de sus abuelos y de su padre, también excelente pintor. Tenía, en pocas palabras, el sentido de las cosas bien hechas. Era cultivador —si cabe decirlo así— de esos mitos que el realismo ha ido concentrando a lo largo de la Historia del Arte. En ese realismo, decimos, empezaban y acababan todas sus exigencias. De ahí que se marginara, pero sin dejar de estar a la expectativa, de las innovadoras corrientes estéticas que iban llegando, a raudales, a la Escuela «Lujan Pérez». Su círculo de exigencias no coincidía, para nada, con las maneras que se estaban adoptando en el centro que fundara Domingo Doreste (Fray Lesco). Cuestión de principios, y más de temperamento, como lo definía él.
Cirilo Suárez Moreno
La capacidad creativa de Cirilo Suárez —que sabemos fue premiado más de una vez en Madrid— procedía de una conciencia de los valores clásicos. Creía, por ejemplo, en Manolo Millares, porque antes de emprender su proceso informalísta, había demostrado que sabía  dibujar. Capacidad creativa, pues, en la que si no había ambición  —cosa que queda por demostrar—, si existía el talento, la delicadeza, la sensibilidad. Un formalismo conservador —y no hay detrimento en lo expresado— hecho a conciencia. La obra de Cirilo Suárez no padece, como la de otros pintores figurativos, ninguna capitis diminutio; al contrario, es una obra bien estructurada en toda su extensión: desde el dibujo a la pincelada, desde la composición a la dimensión cromática.
Desde la atalaya de su cachaza le importaba la perspectiva del hombre y de la sociedad modernos. Pero esa perspectiva se había transformado tremendamente en las últimas décadas. Para Cirilo Suárez lo real tenía dos dimensiones: la de una cultura con valor específico y la del más profundo egoísmo. Nos ahorra otras consideraciones transcribir lo que dice Ortega y Gasset en su ensayo Para la cultura del amor: Sí, esto es lo que quería decir: que el más frecuente error de perspectiva consiste en proyectar todo sobre el plano de lo real.
Nos parece muy acertado que la Caja Insular de Ahorros de Canarias dedique su calendario de 1993 a un artista que, desde los márgenes de su soledad y de sus sensaciones creativas, ha marcado una señal bien visible en el arte de Canarias. Los que fueron sus discípulos —no pocos— pueden hablar de cómo eran sus enseñanzas en las extinguidas Academias Municipales. Fue un maestro lleno de buenas intenciones y con firmes propósitos estéticos. Yo veo en el —nuevamente acudimos al texto de Ortega— una magnífica potencia pedagógica que debíamos más ampliamente cultivar [12].


La colección CANARIOS ILUSTRES editada por CIGARRILLOS CUMBRE
            Don Santiago Gutiérrez Martín, dinámico y próspero industrial, fundador de la fábrica de tabacos La Flor Isleña-Cigarrillos Cumbre, establecida en Las Palmas desde 1908 —a partir de 1923 en el hermoso edificio que diseñara don Miguel Martín Fernández de la Torre, sito en el barrio de la Alcaravaneras [13]— y de su filial en Santa Cruz de Tenerife, abierta en 1916 [14], fue el responsable de una iniciativa publicitaria, compartida con otros muchos fabricantes del mismo producto, que contemplaba la edición de hermosas colecciones de tarjetas impresas en pequeño formato, para incluirlas como obsequio a sus clientes en los paquetes de cigarrillos. Los tabaqueros británicos las llamaron cigarette cards, como ya dijimos, y aquí se les denominó sencillamente cromos, apócope de cromolitografía, que es el arte de litografiar en diversos colores, técnica esta con la que se estamparon muchas de ellas antes de la utilización generalizada de la impresión en offset.

Proyecto de Fachada. Fábrica de tabacos La Flor Isleña. Miguel Martín Fdez. de la Torre. 1922
            La industria fue dirigida por su fundador hasta 1939, año en que pasó a manos de su viuda e hijos. En 1908 contaba con ciento quince operarios y era sólo superada en número de obreros por La Favorita, propiedad de don Eufemiano Fuentes, que disponía de ciento noventa y siete. La importancia de esta factoría queda de manifiesto atendiendo al volumen de cigarrillos que liaban sus máquinas. Diariamente, en 1922, cinco millones de unidades, tan sólo para satisfacer la cantidad exigida en contrato por la Compañía Arrendataria de Tabacos. En 1937 tenía en funcionamiento cinco grandes máquinas, dos menos que su rival La Favorita [15]. Funcionó como tal fábrica de cigarrillos, con el nombre de Cumbre, hasta los años setenta del siglo XX.
Las primeras colecciones de cromos de Flor Isleña, que habría que datar en la segunda década del siglo XX, las componen series de motivos, muy al uso en la época entre las tarjetas postales, representando beldades femeninas o parejas en actitud veladamente erótica, niños y paisajes, editadas habitualmente sobre soporte fotográfico y cartulinas en ocasiones gofradas. Algunas de estas tarjetas fueron editadas para Henry Clay and Bock & Co. Ltd., de La Habana y, posteriormente reimpresas en el reverso con el logotipo de Flor Isleña, intentando ocultar su procedencia. La prestigiosa empresa caribeña, pionera en el regalo a sus clientes de este tipo de pequeñas tarjetas, fundada por el otrora emigrante español y luego magnate del tabaco Julián Álvarez, llevaba el nombre del político americano Henry Clay (1777-1852). Posteriormente fue adquirida por capitalistas ingleses. Don Santiago Gutiérrez debió hacer suya aquella idea e, inicialmente, repartió entre sus clientes algunas de estas series. En la dedicada a los niños, puede apreciarse, bajo el logotipo de Flor Isleña, el de Henry Clay.
Pero por fortuna fueron quedando de lado aquellas insulsos asuntos y comenzaron a repartirse otras de mayor interés general o local, utilizándose en algunos casos para su confección a empresas y artistas del archipiélago.
Entre las primeras colecciones, de las que tenemos noticia, figuran La Guerra Europea, impresa por la tipografía-litografía Madriguera de Barcelona; El lenguaje de las flores, serie formada por veinticinco cromolitografías de corte caricaturesco y dos, especialmente interesantes, por cuanto fueron realizadas en las islas y a ellas se refieren: Futbolistas canarios y Vistas de Canarias, ambas editadas en papel fotográfico. La primera consta de una serie de noventa y seis cromos, marcados con la letra A y, suponemos que otra, que deben estarlo con la B, que darían sumando ambas un total de ciento seis estampas, presentadas en un álbum encuadernado en tapas duras, imitación de piel, con la siguiente leyenda grabada en oro: Álbum. La Flor Isleña.[Logotipo de la empresa]. S. Gutiérrez. Las Palmas. Las cubiertas se encontraban sujetas por un cordón de seda, procedimiento este que permitía añadir las hojas que fueran precisas según el número de cromos de cada colección, dispuestos en bloques de dieciséis por página, con cuatro cortes en las esquinas que facilitaban el insertarlos con cierta comodidad. Las imágenes representan a los deportistas retratados de cuerpo entero individualmente, en grupos y, finalmente, una porción de caricaturas con los rostros de algunos de ellos, realizadas en tinta y firmadas por Antonio Mesa en 1928.
No hemos logrado ver una colección completa de la serie de Vistas, pero queda constancia de la existencia de más de medio centenar de cromos. Se trata de tarjetas postales fotográficas en miniatura. El álbum que obsequiaba Flor Isleña por cada colección completa era similar al ya descrito.
La estrategia propagandística de la empresa, siempre en el campo de las artes gráficas, fue más allá y en fecha imprecisa, pero anterior a la década de 1930, editó una serie de curiosas láminas litografiadas en fina seda, encolada sobre tela, con reproducciones de conocidas obras maestras de la Historia del Arte [16].
Tras el fallecimiento del fundador, la empresa Hijos de Santiago Gutiérrez Martín continuó con su política de ediciones y dio a la estampa varias series más: En 1951, publicaron veintiséis láminas de la Liga de Fútbol Española de aquel año que constaba de trescientos dos cromos; tres años más tarde un álbum doble dedicado a la vexilología, que fue recogido en un portafolio con el pomposo título de Ínclitas razas ubérrimas —quizás heredero de las tendenciosas influencias políticas dominantes—formado por ciento cuarenta y cuatro cromos litografiados a todo color. Una colección semejante a esta se volvió a editar una década más tarde titulándola con mejor gusto Las naciones y sus banderas, constituida por dos series de ochenta y cuatro y sesenta estampas. En la primera estaban representados los cinco continentes, mientras que la segunda trataba de los cuarenta y nueve estados de Norteamérica y sus escudos de armas. Ha sido —se aclaraba en el álbum— nuestro intento el concebir y seleccionar estas dos colecciones, el ordenarlas con un fin estrictamente pedagógico. La acogida más cordial nos ha sido dispensada. Con ello nos consideramos complacidos.
Del mismo año es Estrellas del cine y de la canción, cuyos cromos y álbum fueron impresos en la Litografía Saavedra. Constaba también de dos series de ciento veinte y ochenta estampas y, al siguiente, 1965, en el mismo taller, editaron Monumentos del mundo, con ciento cuarenta reproducciones. Por último, en 1966, se repartió el centenar de cromos de la serie Coches antiguos, impresa como las anteriores en Saavedra.
Pero detengámonos en la serie que justifica estas líneas, Canarios Ilustres, editada en 1955. No hemos tenido ocasión de ver el álbum que, suponemos, debió ser entregado a los propietarios de cada colección completa, como venía sucediendo con las anteriores. Quizás en él figure el nombre del autor de los dibujos y el plan de la obra, porque tratándose de un repertorio de esta naturaleza, debió contarse con el asesoramiento de una o varias personas, con los conocimientos necesarios, que indicaran y localizaran la información gráfica imprescindible al artista para realizar los retratos. No creemos que haya sido labor del dibujante buscar en domicilios particulares los retratos al óleo y las fotografías de un centenar de personajes, si bien es cierto que de muchos de ellos se encontraban sin mayor dificultad reproducciones en instituciones como El Museo Canario, o publicadas en libros y revistas. No obstante albergamos la sospecha que tras este proyecto puedan encontrarse especialistas como Pedro Cullen del Castillo o Néstor Álamo, y se deba a ellos tanto la relación de celebridades como la ubicación de sus efigies. En 1936 Cirilo Suárez realizó un retrato del general don Santiago Cullen y lo dedicó a su hijo don Pedro. Reúne todas las características de los dibujados para esta serie y pudo haber servido de modelo para el proyecto llevado a cabo veinte años más tarde . El artista elegido tuvo que ser Cirilo Suárez Moreno, tanto por la calidad técnica de los dibujos a tinta, excelentes en gran parte, como porque no había otros dibujantes en Las Palmas que hicieran gala de sus facultades. Si se hubiera realizado el proyecto en fecha anterior habríamos albergado alguna duda sobre la autoría de las láminas, debido a la presencia en esta ciudad de Servando del Pilar, quien demostró en los periódicos de las islas y, particularmente, en los de la de Tenerife, su capacidad para elaborar todo tipo de retratos académicos a tinta, a pesar de sus experiencias cubistas en este género, de las que publicó varias muestras la revista gaceta de arte.


Cirilo Suárez Moreno ilustró con las efigies de Carlos Navarro Ruiz, Eduardo Benítez Inglott, Antonio Limiñana López, Luis Doreste Silva y José García Ortega, el libro, publicado en 1942, con motivo del aniversario del nacimiento del primer marqués del Muni, por el Cabildo Insular de Gran Canaria, que lleva por título: Centenario del nacimiento del Excmo. Señor Don Fernando de León y Castillo, gran español e insigne bienhechor de su tierra, la Gran Canaria: Homenaje de recuerdo y gratitud que ofrece este Cabildo Insular a su memoria: 30 de noviembre de 1842 a 30 de noviembre de 1942. Estos dibujos a tinta china en nada se diferencian de aquellos que sirvieron para la realización del conjunto de imágenes de los Canarios Ilustres. No obstante, puede observarse en los que componen esta serie una cierta diversidad en la concepción del esbozo. La mayor parte fueron realizados con largos y limpios trazos. En otros, sin embargo, el dibujante utilizó el rayado contrapuesto para realzar rasgos y fondo; a la manera del grabado calcográfico en los primeros y más próximos a la libertad gestual que permite la litografía en los restantes. La lámina de don José de Viera y Clavijo, que ocupa el vigésimo primer lugar de la colección, fue ejecutada con esta última técnica, menos suelta, lo que hace que no alcance la calidad que se manifiesta en otras del mismo conjunto. Reproducciones de una parte de los dibujos originales que Cirilo Suárez dibujó para esta serie se conservan en la FEDAC y en el Fondo Talavera del Museo Canario y se puede apreciar, con la nitidez que ofrecen, que el resultado de la estampación no les hizo justicia, particularmente a aquellos en que se utilizó el rayado contrapuesto. Las pérdidas de información gráfica resultan tan notables que, en ocasiones, parecen imágenes diferentes el original dibujado y la estampa impresa. Con todo, la colección de Canarios Ilustres constituye el más amplio de los repertorios iconográficos realizados hasta ese momento en las Islas y sus prototipos, si se conservan, la mejor de las galerías de retratos de cuantas se intentaron en el pasado, no superada hasta el presente.

NOTAS
[1] Fueron sus abuelos paternos don José Suárez Mujica y doña Rita León y los maternos, don Julián Cirilo Moreno Ramos y doña Angustias Benítez González.
Don Francisco Suárez León nació en Las Palmas en 1865 y falleció en dicha ciudad a las diecisiete horas del día 29 de junio de 1934. De su matrimonio con doña María Moreno Benítez dejó los siguientes hijos: José, Cirilo, Antonio, Rosario, Carmen, María, Soledad y Luz Suárez Moreno. Acta de Defunción de don Francisco Suárez León. Registro Civil de Las Palmas. Distrito de Vegueta. Tomo 90-1, f. 80v. Sección tercera.
De don Julián Cirilo Moreno Ramos [1841-1916] dice don Elías Serra Ràfols que fue, sin duda, uno de esos jóvenes canarios bien dotados que nuestra organización burocrática condena a vegetar en espera de un enchufe. Afortunadamente lo halló en Obras Públicas, adecuado a algunas de sus aptitudes que fueron múltiples; y entre ellas la de ver y narrar las cosas cotidianas, en una recensión publicada en la Revista de Historia con motivo de la edición en 1947, por parte de El Gabinete Literario, de su libro De los puertos de La Luz y de Las Palmas y otras historias, colección de artículos de prensa publicados por su autor en 1912. Continúa Serra: D. Simón Benítez, que sucedió precisamente a Moreno en su puesto de Obras Públicas y que, aunque hombre de vocación científica, parece haber heredado de la intención y agudeza de estilo de su predecesor, es quien ha cuidado la edición y nos presenta al autor en un extenso prólogo. En él aporta nuevos materiales contemporáneos para la reconstrucción del ambiente de Las Palmas de antaño, pero nos oculta, igual que si protagonista, su vida privada, que es más de la mitad de la vida de un hombre; y se olvida del lector que desearía acaso hallar las precisiones de fechas que don Cirilo descuidó negligentemente de darnos al volar de la pluma. Pero al amor que pone a la figura y al ambiente y el gusto de la edición, amenizada con grabados que constituyen ellos solos una antología, merecen para don Simón y para entidad editora el agradecimiento completo del lector. Revista de Historia. Tomo XIV. Año XXI. Número 81. La Laguna de Tenerife, 1948, pp. 89/90.
[2] Tuvo que transcurrir el primer curso para permitirnos a Juan Ramos y a mi, acompañarlo a su casa, a su estudio de pintor. Vivía en la hoy calle del Generalísimo Franco, cerca de la esquina de la plaza del Pino. La calle empezaba cerca de la calle Domingo J. Navarro, pues en su parte superior había una pared, poco más o menos donde está Correos que servia como cerca de una finca de plataneras, finca que se prolongaba hasta el callejón de San Francisco.
La calle [no recuerdo su nombre] donde vivía empezaba, como he dicho, en la plaza del Pino y en la segunda casa, después de la esquina habitaba con su familia, en el piso principal. En la azotea tenía el estudio su padre don Francisco Suárez, pintor y profesor de Dibujo. En el mismo estudio trabajaba Cirilo […] Subimos las escaleras, entró en la casa a coger la llave, llegamos a la azotea, abrió una habitación que parecía pequeña. Estaban cubiertas sus paredes de tosa clase de dibujos y pinturas, acabados unos y empezados otros. Casi en el centro un caballete con un lienzo; a su lado una banqueta alta y encima una paleta de pintor de color indefinible, un jarro grande lleno de pinceles y tubos de pintura de todos los tamaños y colores […]. Recorte de prensa. Sin fecha. Fondo Talavera. El Museo Canario.
Uno de los primeros textos biográficos sobre don Francisco Suárez León fue escrito por Hilda Mauricio, y recogido en el catálogo de la exposición monográfica celebrada en 1992 en las salas de la Caja de Caja de Canarias, Dice así:
Nace en Las Palmas de Gran Canaria, en 1865.
Desde muy joven se siente atraído por las artes plásticas y da clases de dibujo y pintura con don Rafael Bello y don Nicolás Massieu y Falcón, siendo uno de sus discípulos predilectos junto con Nicolás Massieu y Juan Carlo. Años más tarde compatibilizaría, igual que sus maestros, su trayectoria artística con su vocación pedagógica ya que fue profesor de varias Academias de su ciudad natal.
La obra de este artista no se circunscribe únicamente a un solo tema, ya que en la escasa obra que de él conocemos hay retratos, paisajes, marinas y temas anecdóticos y costumbristas, todos ellos bajo un mismo factor común: su pequeño formato y la precisión del trazado en el dibujo.
Sus paisajes y marinas se caracterizan por sus pinceladas sueltas de factura libre, con matices postimpresionistas. De esta serie, encantadores cuadros suyos son: San Cristóbal, más hacia el sur playa de los barquitos y Grupo de casas en San Cristóbal, cerca de la Hoya de la Plata. Ambos pintados en 1910 y con un signo común: el realismo está matizado por una leve aura poética en el tratamiento del paisaje.
Sus luces planas, factura que creemos que hace deliberadamente, recuerdan los paisajes de su maestro Nicolás Massieu y Falcón.
Buen dibujante, de paleta rica, de rápidas pinceladas, los paisajes de Francisco Suárez León aportan a la escuela canaria, o mejor, a la plástica canaria, un cierto aire europeo de entender la pintura con finura y claridad no exenta de emoción.
Tratamiento distinto da a sus otros cuadros, entre los que sobresalen: Los cuatro mendigos, El hombre del sombrero y El Patio de la antigua Ermita de los Reyes.
En estas obras el lírico artista post-impresionista deja paso a un brioso pintor realista.
A lo largo de su vida concurrió a varias exposiciones en el Gabinete Literario y en el Museo Canario, obteniendo valiosos premios.
Murió en su ciudad natal en 1934.
Francisco Suárez es uno de los pintores canarios que aguardan aún el estudio de su personalidad, de su obra y su significación en el panorama de la pintura canaria de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
En 2003, el profesor Jonathan Allen Hernández organizó una exposición de su obra en la Casa de Colón y publicó un estudio monográfico que lleva por título Francisco Suárez León. Pintor de la Realidad.
[3] El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 24 de marzo de 1927. Medina de Matos publicó entre otras obras: Noticias históricas de la ciudad de Arucas [1950]; Los negreros en las Islas Canarias [1951] y la novela Nos enamoramos sin conocernos bien [S/f.].
[4] El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 11 de marzo de 1929.
[5] Da luz sobre este particular Vinicio Marcos Trujillo: En 1934 se reintegra a Las Palmas, con algunos motivos del paisaje vasco, haciendo donación de la composición premiada al Cabildo Insular; estaba por medio la promesa de beca extraordinaria para París, que acreditaba singularmente con todos los honores. Circunstancias incomprensibles de carácter local intervienen para dar al traste con la realización de esta merecida aspiración. Aquí queda truncada la formación del pintor, que se dedica a la ejecución de algunas obras, El gigante de la cosecha, etc., acreditativas de su visión realista. El Eco de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, primero de julio de 1973.
[6] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 11 de enero de 1935.
[7] CAMPOS ORAMAS, Javier: “El Gabinete Literario y sus encargos de arte”. El Museo Canario. Tomo LIII. Las Palmas de Gran Canaria, 1998, pp. 541/542. De nuevo, Vinicio Marcos Trujillo aclara la situación laboral de Cirilo Suárez, en el artículo ya citado: En 1936 recurre a don Antonio García López, gobernador civil de la provincia, en solución de su situación, consiguiendo la adjudicación por méritos superiores de la plaza de profesor de dibujo y pintura de la Academia de Arte que subvenciona el Cabildo Insular. La credencial correspondiente queda en el olvido a través de tres presidentes de dicha entidad, siendo marginado de la disposición de estado por la que pasaba a formar parte de la plantilla de funcionarios de la misma, lo que merma considerablemente las condiciones en que presta su profesorado. Hay que considerar inevitablemente la historia surrealista local, a través de sus personajes grises, para comprender haya sido posible esta circunstancia. El Eco de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, primero de julio de 1973.
[8] De interés general. La Dirección de la Escuela Moderna de Las Palmas pone en conocimiento del público en general, que velando como siempre por la selección del profesorado competente, ha logrado que el famoso artista canario Cirilo Suárez Moreno honre el establecimiento al formar parte del cuadro de profesores. La sección de Dibujo y Pintura a su cargo se inaugurará el 15 del corriente. Queda abierta la matrícula para esta sección. Falange. Las Palmas de Gran Canaria, 9 de enero de 1937.
[9] Falange. Las Palmas de Gran Canaria, 19 de mayo de 1943.
[10] ABC. Madrid, 13 de junio de 1944.
[11] Falange. Las Palmas de Gran Canaria, 11 de octubre de 1945
[12] QUEVEDO, Agustín: Cirilo Suárez [almanaque]. La Caja de Canarias. Litografía González. Las Palmas de Gran Canaria, 1993.
[13] Del edificio proyectado por don Miguel Martín Fernández de la Torre se conserva en la actualidad la fachada y parte de dos de los laterales que dan a las calles Luis Antúnez, número 51 y Pí y Margall, número 4. El resto de edificio ha sido sustituido por una edificación posterior que alberga un aparcamiento. El plano se conserva en el Archivo Miguel Martín Fernández de la Torre. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
[14] Una nueva fábrica. Se nos informa que el acreditado industrial de Las Palmas, don Santiago Gutiérrez Martín, dueño y fundador de la celebrada fábrica de tabacos y cigarrillos LA FLOR ISLEÑA, de aquella ciudad, establecerá en breve en la calle de Alfonso XIII, número 54, de esta capital, una nueva fábrica de cigarrillos que llevará el mismo nombre de Flor Isleña, pero con el distintivo de Fabricación de Tenerife. La dirección estará a cargo del conocido y competente industrial D. Diego Moreno y Miranda.
Dados los grandes éxitos alcanzados por LA FLOR ISLEÑA, de Las Palmas, no es de dudar que la fábrica de Tenerife obtendrá los mismos resultados, dado los grandes elementos de que dispone. El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 26 de junio de 1916.
[15] ARNALDOS MARTÍNEZ, Arnaldo y Jorge ARNALDOS DE ARMAS: La Industria Tabaquera Canaria [1852-2002]. Gobierno de Canarias. Cámaras de Canarias. Asociación Canaria de Industriales Tabaqueros. 2003.
[16] Esta fábrica, en su deseo de demostrar una vez más su reconocimiento por el constante favor que el público dispensa a sus productos, ha ideado obsequiar a sus clientes, en cambio de los cupones que al efecto encontrarán en sus cajillas de cigarrillos con la presente colección, lo más original y hermoso que jamás se haya visto.
Esta colección consta de 24 cuadros en seda; midiendo 15 x 20 centímetros cada uno, reproducción de los más famosos cuadros de Murillo, Velázquez, Goya, Tiziano, Varotari [?], Rubens, Reni, El Correggio y Bottichelli.
Poseer tan meritísima colección, creemos sea aspiración unánime de todos nuestros cientes. Ocasión como la que presente de obtener fácilmente joyas de tal valor, creemos no se volverá a presentar, pues el enorme sacrificio que esto representa, no puede tener repetición. Cada uno de estos cuadros se obtiene por 75 cupones ƒlorisleña. En metálico: Una peseta cada uno. Santiago Gutiérrez Martín.


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